Cada vez que ocurre una tragedia en un municipio —como las recientes en Michoacán, Veracruz o Sinaloa— se repite la misma pregunta: ¿dónde empezó a fallar la seguridad? Y casi siempre, la respuesta está en lo más básico: en lo que dejamos de ver. En la calle sin luz, en el reporte ignorado, en la autoridad rebasada o en la comunidad que se cansó de participar.
La seguridad no empieza con los uniformes, ni en los grandes planes nacionales. Empieza en la voluntad diaria de una comunidad para cuidar lo que es suyo. Empieza en la decisión de cada ciudadano y, sí, en la responsabilidad de sus autoridades. Porque no se trata de reemplazar a los gobiernos, sino de trabajar junto a ellos.
Cuando un municipio funciona, las calles hablan de orden, los servicios responden, la gente confía y el delito se siente fuera de lugar. Lo hemos comprobado: donde hay cercanía, compromiso y creatividad, hay resultados.
La fórmula es sencilla, aunque exige constancia: cercanía + creatividad + compromiso. En Michoacán, el asesinato de un alcalde recordó que la autoridad municipal es la más cercana a la gente, pero también la más vulnerable. Por eso es urgente protegerla, fortalecerla y acompañarla. La seguridad empieza cuando el Estado y la sociedad se reconocen como aliados, no como adversarios.
He caminado decenas de municipios y he visto cómo una sola acción local bien ejecutada puede valer más que mil discursos. Vecinos que organizan rondas nocturnas, policías que conocen a cada familia de su colonia y escuelas que activan redes de protección para sus estudiantes. Cuando eso sucede, la violencia pierde terreno.
Imaginemos esto:
• En un barrio de quince calles, surgen “guardianes vecinales digitales” que reportan fallas o riesgos a un centro de monitoreo que sí contesta.
• Una patrulla no recorre su ruta al azar, sino siguiendo un mapa de calor construido con reportes reales.
• Las lámparas se reparan antes de que alguien lo publique en redes.
• La policía municipal se capacita en resolución de conflictos y cultura local, no solo en el uso de la fuerza.
Esto ya sucede. Solo falta mantenerlo y multiplicarlo.
Los hechos recientes en Veracruz, donde policías municipales fueron procesados por colusión, muestran que la vigilancia también debe ejercerse hacia adentro. Un uniforme no basta; se requiere ética, control interno y supervisión ciudadana. Y en Sinaloa, los ataques simultáneos recordaron que la coordinación no puede ser reactiva: debe ser constante, profesional y compartida entre gobiernos, academia, empresas y sociedad civil.
Ahora bien, es importante aclararlo: la seguridad no es solo tarea de la autoridad, pero eso no la libera de su deber ni de su responsabilidad. La ciudadanía puede y debe participar, pero el liderazgo institucional debe guiar, coordinar y rendir cuentas. La corresponsabilidad no sustituye la obligación gubernamental: la refuerza y la hace efectiva.
Si algo he aprendido es que la seguridad no se impone: se construye. Y, como toda construcción sólida, necesita cimientos: confianza, participación y cercanía. Reformar desde lo local no es un trámite; es un cambio de mentalidad. Pasar del control al cuidado, de la vigilancia a la colaboración, del miedo a la acción.
El municipio tiene una ventaja única: ve a la gente a los ojos. Sabe que una luminaria apagada es más peligrosa que una estadística. Conoce a quien llama al 911 y puede actuar antes de que el problema escale. Ese poder de proximidad, bien usado, es poder transformador.
Por eso, cada municipio debe contar con una mesa semanal donde participen gobiernos, sectores productivos, academia y ciudadanía. No para culparse, sino para medirse y mejorar. Si algo no se mide, no se mejora; y si no se mejora, se deteriora.
La seguridad se conquista calle por calle, escuela por escuela, parque por parque, vecino por vecino. No esperemos a que llegue desde arriba: la seguridad se construye desde adentro.
Municipio primero. Porque ahí es donde sí se puede.
Con la Voluntad, el Compromiso y el Apoyo de todos los niveles de Gobierno, las Empresas, la Academia y la Sociedad en su totalidad… dejando afuera a la delincuencia.
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