Opinión

El poder del amor, la paz y la luz en tiempos de vértigo

“Cuando el poder del amor supere el amor al poder, el mundo conocerá la paz”. Jimi Hendrix. Foto: Wikipedia Commons

Vivimos tiempos en los que los paradigmas se mueven demasiado rápido, en la forma de relacionarse, de informarse, de trabajar, de vivir y de comprender el mundo. Y mientras tanto, la vida parece acelerarse como si alguien hubiera girado el reloj hacia adelante. No lo dice sólo la velocidad con la que ocurren los eventos, sino la velocidad con la que nuestra atención es jalada, arrebatada y moldeada por las redes sociales.

Aunque estas pueden ser herramientas valiosas, a menudo funcionan como espejos distorsionados: le muestran lo que cree que le falta, lo que otros tienen y usted no, lo que debería ser y lo que supuestamente no es. Y sin darse cuenta, esa exposición constante puede sembrar ansiedad, falta de sentido, comparación y ruido interno. Y también demasiada manipulación.

Un ruido que, si se deja crecer, termina por cubrir la voz más importante de todas: la suya, la que nace en el interior, donde reside su verdad. Es en este punto, justo aquí, donde el poder del amor, la paz y la luz emerge con toda su relevancia. En un mundo en el que todo nos empuja hacia fuera, usted tiene la misión de regresar hacia dentro.

Tenemos la responsabilidad —y también el regalo— de recordarse que la vida no se mide por lo que falta, sino por lo que fluye desde su centro. Aunque parezca un cliché y una frase gastada, la paz comienza por cada uno de nosotros. La paz no depende sólo de lo externo, sino que también se crea cuando usted decide reconocer su valor, su espacio, su silencio, su respiración.


Es un acto tan íntimo que nadie puede hacerlo por usted y nadie le puede quitar. Lo mismo sucede con el amor. En estos tiempos que invitan a la prisa, usted podría olvidar que amar comienza hacia adentro.

Usted no puede dar lo que no cultiva. Todo en la naturaleza gira en un movimiento energético en forma de dona donde todo fluye en un ciclo continuo, igual que el amor que usted está dispuesto a recibir es el mismo amor que habita en usted.

En medio de esta época saturada de estímulos, es más necesario que nunca que usted se convierta en promotor, agente, motor, emanador, generador y receptor de amor, paz y luz. No siempre somos conscientes de su alcance, pero cada acto, cada palabra, cada pensamiento, cada gesto pequeño o grande, vibra, resuena y toca realidades más amplias de lo que imaginamos.

Como parte de Dios, como célula divina, usted participa en la constante creación y recreación de la vida. Aunque no lo perciba, su forma de mirar, de sentir, de hablar y de moverse imprime un rastro energético que influye en los demás. Y esa huella, esa energía que usted emite puede ser semilla o puede ser sombra. Puede ser impulso o freno. Puede ser medicina o puede ser calamidad.

De ahí la importancia de que usted se observe, se escuche y se cuide. Porque lo que usted cultiva interiormente es lo que se manifestará en su realidad y en su entorno.

Este mundo necesita más seres que recuerden su poder, no desde la arrogancia, sino desde la conciencia. Humanos más humanos que no sólo sobrevivan a la avalancha digital, sino que despierten a la lucidez de lo esencial.

En ese retorno a nuestro centro, el amor florece, la paz y la luz se expanden, y desde allí, desde ese pequeño gran centro, su vida comienza a alinearse de nuevo. Usted es más poderoso de lo que cree. Y el mundo necesita, hoy más que nunca, la frecuencia de quienes deciden amar, pacificar y brillar.

       

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