Crearse nueva identidad es entrar en una de las aventuras más emocionantes y luminosas de la vida. No como algo obligado, ni como huyendo de nada, o como un auto-castigo por corregir defectos. Hacerlo como un juego y un ejercicio creativo, genera una magia amable en la que usted se permite diseñarse una identidad nueva, no desde el ego ni desde los viejos guiones, sino desde el ser, desde la conciencia más elevada.
Imagine por un momento que está escribiendo la historia de su propia película. Y que, por fin, tiene el lápiz completo en sus manos. ¿Ha pensado alguna vez en qué pasaría si usted dejara atrás la identidad donde es víctima, donde siempre tiene una deuda pendiente con el pasado?, la identidad que carga la sombra de sus padres, de sus ex-parejas, de empleos que ya no lo definen, de heridas que no necesitan seguir reforzando el trauma.
¿Qué pasaría si, en vez de seguir repitiendo ese guion gastado, usted decidiera crear uno nuevo? Permítase sentir la emoción del acto de crear una identidad nueva como quien diseña a un personaje luminoso, vibrante, libre.
Una identidad que sea expresión fiel del ser que usted ya es por dentro, pero que tal vez aún no lo ha dejado salir a escena. No se trata de personalidad —esa es la colección de hábitos, defensas, reflejos condicionados que aprendió para sobrevivir— sino de identidad en su sentido más elevado: la acción consciente desde la cual decide vivir. Imagínese parado frente a ese personaje futuro, ese “usted” que ya vive con ligereza, con propósito, con paz y muchos sueños cumplidos.
Pregúntele: ¿Qué necesita mi nueva identidad para ser? Y observe lo que nace. Nuevas metas comienzan a dibujarse. No las metas que usted creía que “tenía” que cumplir, sino las que surgen naturalmente cuando uno se alinea con lo que verdaderamente es. Metas que le invitan. Metas que no obligan, sino que emocionan.
Usted verá cómo cambia la dirección de su energía y notará que lo que necesita desarrollar para edificar esa identidad comienza a sentirse natural, casi inevitable. La fortaleza, la claridad, la alegría, la disciplina amorosa, la creatividad, todo empieza a brotar como si siempre hubiese estado ahí esperando a que usted dijera ¡sí!
Cuando la identidad nace desde el ser, no desde el ego, no hay esfuerzo artificial. No hay poses. Lo que surge es genuino, auténtico, profundo. Y por lo mismo, es más fácil sostenerlo, más fácil habitarlo, y muy fácil amarlo.
Dejar atrás lo que le ata no tiene por qué ser un acto doloroso ni dramático, sino que, por el contrario, puede ser una construcción lúdica, amorosa, feliz.
Una especie de reconstrucción gozosa en la que usted reconoce que ya no es esa versión antigua y que puede despedirse sin resentimiento: “Gracias por lo que me enseñaste, pero ya no soy esta historia.” Y con ese gesto, puede comenzar su nueva identidad, y por qué no, como cuando de pequeños jugábamos a ser ¡lo que fuera! Así de sencillo puede ser.
Ahí está tomando el control creativo de su vida después de haber dejado que otros escribieran demasiados capítulos. Hágalo desde la dicha. Desde la emoción genuina de saberse capaz de reinventarse.
Así que póngase el traje nuevo, el del ser que se atreve a vivir desde su luz. Tome las riendas de su dicha, no con presión, sino con fluidez, y permita que esta nueva identidad emerja para cumplir sus sueños.

