Fue hace más de 125 años que un médico austríaco llamado Sigmund Freud escuchó a sus pacientes de una manera inédita. Ellos sufrían de diferentes síntomas y malestares que, de entrada, parecían graves cuadros neurológicos, pero, para sorpresa de los mismos pacientes y de la medicina de aquel tiempo, dichos padecimientos mostraban otras lógicas, obedecían a “otra escena” que trascendía los principios de la anatomía y fisiología: algo muy intenso que se había vivido y no había alcanzado a procesarse mediante la palabra o la acción, se había desplazado expresándose en el cuerpo, sin que ellos —ni sus médicos— pudieran explicar y atender lo que sucedía.
Fue el joven Freud, investigador tenaz, quien se dedicó a observar y, sobre todo, a escuchar a sus pacientes, descubriendo algo sorprendente: por un lado, sus síntomas físicos no eran tan azarosos ni caóticos, sino que obedecían a intrincadas relaciones entre una cierta dimensión de la mente —a la que llamó sistema inconsciente— y el cuerpo, y, por otro lado, cuando sus pacientes hablaban sin censurarse, sin ningún tipo de selección previa o filtros, iba apareciendo el hilo conductor entre una idea y otra, entre un padecimiento y su vivencia que entonces podía descubrir los vínculos entre el síntoma físico y el conflicto psicológico, revelándose entonces una verdad singular íntimamente relacionada con la persona que lo padecía, resolviéndose por añadidura dicha sintomatología, al procesarse su sufrimiento la persona le podía dar otra solución, otra saluda a su conflicto, precisamente porque el síntoma padecido guardaba una relación con la verdad del paciente.
El psicoanálisis entonces nació planteando algo fundamental: algo se desplazaba de lo psíquico a lo físico y además se podían localizar las lógicas que, en cada caso singular, habían participado en la producción de un sufrimiento clavado en el cuerpo, en un sueño, en actos sintomáticos repetitivos, preocupaciones que retornan a la espera de ser descifradas. La nueva ciencia había nacido, el psicoanálisis.
La interpretación de los sueños (1900) fue la ópera prima de Freud con la que también se abría un nuevo siglo. Los hallazgos del padre del psicoanálisis rápidamente surcaron el mundo entero, revolucionando no sólo la manera de atender los padecimientos psíquicos, sino trastocando la concepción sobre lo humano; atravesando prácticamente todos los campos del saber y acontecer humano. Definitivamente Sigmund Freud tiene un lugar fundamental en la historia. Pero, como él mismo lo vaticinó, esto era sólo el comienzo, había mucho por hacer, tanto en aquel presente como en el da ahora. Si el psicoanálisis desea permanecer vigente para responder ante los sufrimientos humanos debe incorporar en su práctica y teoría los horizontes culturales de cada época —parafraseando a Jacques Lacan. Hoy, siglo XXI, el mundo no es el mismo de aquel en el que tuvo origen el psicoanálisis, los avances en la ciencia y tecnología han modificado vertiginosamente nuestras vidas; el lazo social no es el mismo de antaño, pasamos de lo vertical a lo horizontal, a la sociedad de la mirada y la red, con todos los cambios, crisis y posibilidades que conlleva; no nacemos ni morimos de la misma manera, ni estudiamos ni trabajamos como en aquel naciente siglo XX. Prácticamente todos los campos, saberes y quehaceres de lo humano son puestos en jaque ante dichas transformaciones, sean transformaciones dentro del mismo psicoanálisis o más allá del mismo, como por ejemplo la globalización, la inteligencia artificial y los avances en nanomedicina.
Ante todo este panorama —y muchas otras cosas más— el psicoanálisis, como cuerpo teórico y, sobre todo, clínico, al no partir de ningún principio moral, religioso o disciplinar del “deber ser” que le imponga a la gente cómo tiene que vivir y responder, puede ofrecer a mujeres y hombres angustiados por todos estos cambios, una vía, un camino para que cada persona pueda crear una solución singular, responsable y creativa, que, sin perder su sello singular, pueda entrar en relación donde quiera que se desenvuelva.
Es por ello por lo que es necesario detenernos a reflexionar sobre la actualidad y el porvenir de nuestra práctica psicoanalítica. Más acá, sí, pero también más allá del diván y en el corazón mismo de la cultura para poder comprender y atender el sufrimiento humano. Con tal objetivo de reflexionar y responder antes las angustias y crisis actuales, pero sobre todo, para mantener fresco y vigente el legado de Sigmund Freud, como los aportes fundamentales de la enseñanza de Jacques Lacan, nos reuniremos durante tres días, 5, 6 y 7 de diciembre en São Bento de Sapucaí, estado de São Paulo, Brasil para participar de las Jornadas del Instituto da Psicanálise Lacaniana (IPLA) con sede en São Paulo, presidido por Jorge Forbes, psiquiatra y psicoanalista, tituladas “O divá da cabeça para baixo” (El diván de la cabeza a los pies) que contará con la participación de un nutrido grupo de profesionales, dentro y fuera del psicoanálisis, quienes conversarán sobre los ejes temáticos relacionados con los retos por los que están atravesando las empresas, el sector salud y las escuelas, así como las políticas públicas y los gobiernos, padeciendo guerras, crimen organizado y demás actividades excesivas que no sólo evidencian una problemática específica a atender, sino una desorientación generalizada de mujeres y hombres en este mundo que vivimos, en un contexto de globalización, interconexión e inteligencia artificial, a la espera de propuestas mejores.
*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

