Opinión

La luz que acompaña

Rabino Marcelo Rittner
Rabino Marcelo Rittner

Hay personas que no cambian tu vida con ruido, sino con una claridad que llega directo al corazón. Personas que, al escucharte, te recolocan el alma sin juzgarte. Entre ellas está el Rabino Marcelo Rittner. Basta un instante para sentir su guía. No necesita imponerse ni llenarte de certezas; su manera de mirar, de preguntar y de acompañar tiene la fuerza de lo auténtico. Esa fuerza nace de lo que ha vivido, de lo que ha enseñado y de lo que ha sostenido durante décadas.

Cincuenta años como rabino no son un título ni un logro simbólico: son una vida completa dedicada a guiar, escuchar y fortalecer. Y cuarenta años al frente de una comunidad representan algo aún más profundo: confianza construida paso a paso, voluntad para servir, compromiso con cada familia, dedicación en cada momento difícil, solidaridad en cada duelo, empatía constante, educación real y congruencia vivida sin descanso. Nada de eso se proclama; se demuestra.

Siempre necesitamos recordar que la verdadera guía es la que ilumina sin invadir. Él lo ha hecho con miles de personas: acompañando silencios, sosteniendo dolores, celebrando avances y enseñando a vivir con sentido. Su pedagogía no nace de teorías abstractas, sino de la vida real. Habla del duelo, de la identidad, de la esperanza, de la responsabilidad interior y de la importancia de detenernos para recuperar claridad. Sus libros y reflexiones no buscan impresionar; buscan sanar, ordenar, inspirar y dignificar.

He visto a personas perderse en la prisa, en los vacíos, en la simulación. También he visto cómo una conversación honesta, acompañada de humanidad y presencia, puede devolverles fuerza, serenidad y propósito. Ese es el liderazgo que transforma: el que no controla, sino que impulsa; el que no exige, sino que inspira; el que no dirige desde arriba, sino que acompaña desde cerca; el que no presume valores, sino que los vive con naturalidad y constancia.


Siempre la sociedad necesita líderes que iluminen desde adentro, que vivan su identidad con integridad y que entiendan que educar es un acto de esperanza. La educación auténtica no llena espacios; despierta conciencias. No impone verdades; abre caminos. No rompe voluntades; libera posibilidades. Ese ha sido su legado: enseñar sin cansarse, escuchar sin prisa, orientar con paciencia y confiar profundamente en el potencial humano.

Educar también es mirar a alguien y recordarle que tiene valor, incluso cuando él mismo lo ha olvidado. Es ayudarle a levantarse, a reconstruirse, a elegir mejor, a sanar y avanzar. Es enseñarle que la identidad se fortalece con cada acto que honra lo que somos y lo que queremos llegar a ser. Nada de esto es teoría; es práctica diaria, es humanidad en movimiento, es liderazgo con propósito.

Su vida confirma algo esencial: la fuerza más grande no nace del poder, sino del servicio. No se impone; se entrega. No obliga; acompaña. Esa fuerza construye comunidades sólidas, familias unidas, generaciones más seguras de sí mismas y sociedades capaces de enfrentar cualquier desafío con dignidad, empatía y claridad moral.

Siempre debemos reconocer que la luz que acompaña no se imita: se ofrece. Es la luz que guía sin dominar, que orienta sin controlar, que suma sin dividir. Esa luz permite crecer, sanar y reencontrar el rumbo aun cuando la vida se vuelve confusa o pesada. Es la luz que surge del compromiso auténtico con el otro, de la compasión verdadera y de la voluntad de servir sin esperar nada a cambio.

Si algo he aprendido de líderes como él es que la grandeza verdadera está en elevar, no en dominar; en servir, no en presumir; en inspirar, no en imponer; en ayudar a que otros descubran la luz que siempre tuvieron dentro. La guía que transforma no grita: acompaña. No obliga: inspira. No promete: cumple. Y esa es la luz que permanece.

Qué honor y privilegio el poder tener a guías como el querido Rabino Marcelo Rittner. HACER EL BIEN! HACIÉNDOLO BIEN!

@LuisWertman

       

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