Opinión

Lomitos peregrinos

perros peregrinos
perros peregrinos

La devoción mueve personas y también a quienes no eligieron caminar.

Cada diciembre, mientras millones avanzan hacia la Basílica de Guadalupe, por las calles decenas de animales acompañan a sus familias en la ruta. La peregrinación es para ellos en una carrera de resistencia donde calor, cansancio, desorientación y miedo pueden ser tan determinantes como la multitud misma.

El Día Internacional de los Derechos de los Animales, conmemorado el 10 de diciembre, obliga a invertir la mirada, reconocer las prácticas sin intención, pero de riesgo.

La experiencia acumulada en la ciudad demuestra cómo muchos animales no terminan la caminata junto a sus cuidadores. La imposibilidad de regresar con ellos —por logística, agotamiento, improvisación— deriva en una forma de abandono involuntario repetida año tras año.


Frente a esa realidad, la Ciudad de México ha decidido intervenir de manera preventiva. El gobierno capitalino, encabezado por Clara Brugada, lanzó el Operativo Perro Peregrino. Tan solo el año pasado más de 70 canes fueron rescatados.

La acción interinstitucional reconoce algo fundamental: los animales de compañía son sujetos de cuidado, no accesorios religiosos ni acompañantes prescindibles. La planificación de una estrategia para los seres sintientes deja un mensaje político poderoso: la protección animal no es moda, sino parte de la convivencia social.

Las recomendaciones son simples, pero exigen sentido común. Lo más responsable es no llevar animales a la peregrinación. Si la decisión de acudir con ellos ya está tomada, entonces deben garantizarse comida, agua, descanso, protección térmica y, sobre todo, un retorno seguro.

El papel del C5 en esta dinámica es decisivo. Los botones de auxilio, el 9-1-1 y sus redes sociales activan respuestas cuando un animal se extravía o se detecta en riesgo. Pensar en “lomitos peregrinos” es humanizar —y animalizar— la responsabilidad.

@guerrerochipres

       

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