Luisa María Alcalde aprovechó el desayuno de fin de año con la prensa para soltar varias pistas —no tan inocentes— sobre lo que Morena trae en la cabeza para el próximo año. Sin anuncios formales, la dirigente nacional dejó caer que el tema de la imposición de mujeres en candidaturas todavía “habrá que ver cómo queda”, señal de que el debate interno sigue abierto y lejos de resolverse del todo. También salió al quite por uno de los temas que más ruido generan dentro y fuera del partido: la austeridad. Cuestionada otra vez por la incongruencia de algunos militantes que presumen viajes, relojes caros y vida de lujo, Alcalde defendió a Andrés López Beltrán y aseguró que no es un hombre de fortunas ni excesos, aunque el apellido inevitablemente ponga el reflector encima.

En el mismo tono, dejó un mensaje que no pasó desapercibido: en Morena —dijo— tienen muy claro que ninguna argucia legaloide para heredar el poder a familiares debe prosperar, como acusan que se intenta en estados como San Luis Potosí y Nuevo León. Traducido al español político: no a cualquier intento de imponer parientes en cargos de elección popular, aunque se maquille de legalidad. Sobre Venezuela, Alcalde marcó distancia de la movilización callejera. Afirmó que no llamará a la militancia a manifestarse, aunque reiteró el discurso ya conocido del respeto a la soberanía de los pueblos.

Dato con jiribilla: el desayuno fue en una de las sedes de Morena con vista directa a la redacción de Latinus, en Viaducto. Literalmente enfrente. Por poco y no se saludan con Loret de Mola por la ventana. Morena cerrando el año entre café, estrategia… y una ubicación bastante simbólica.

