Después de casi 20 años en la élite del fútbol, Mónica Ocampo anunció su retiro. Su legado va desde el mejor gol en la historia de los Mundiales femeniles hasta títulos con Pachuca y una carrera que inspiró a generaciones.
No todas las despedidas se anuncian con un silbatazo final. Algunas llegan cuando una jugadora se detiene un segundo, mira la cancha que la vio crecer y entiende que ya dejó todo ahí. Mónica Ocampo se retira del fútbol profesional con esa certeza: la de haber jugado cuando casi nadie miraba y de haber resistido lo suficiente para que hoy millones sí lo hagan.
Nacida en Jojutla, Morelos, Mónica comenzó a jugar fútbol en una época en la que hacerlo de manera profesional siendo mujer era más un acto de convicción que una opción real. Antes de que existiera una liga estructurada en México, ella ya vestía la camiseta nacional. A lo largo de su carrera, disputó más de 90 partidos con la Selección Mexicana, participó en dos Copas del Mundo (2011 y 2015) y se convirtió en una de las futbolistas con mayor continuidad en la historia del representativo nacional.
Su nombre quedó grabado para siempre en la memoria del fútbol en el Mundial de Alemania 2011, cuando marcó un gol de larga distancia frente a Inglaterra que fue elegido como el mejor gol en la historia de los Mundiales femeniles. Ese disparo no solo fue una joya técnica; fue una declaración. Un recordatorio de que el talento mexicano también existía en el fútbol de mujeres, incluso cuando no tenía visibilidad.
La carrera de Ocampo fue también una carrera sin atajos, jugó en el extranjero cuando hacerlo implicaba empezar de cero, compitiendo en Estados Unidos durante varias temporadas en una de las ligas más exigentes del mundo. Más tarde, con el nacimiento de la Liga MX Femenil en 2017, encontró por fin un espacio profesional en su propio país. Con Pachuca Femenil, disputó más de 200 partidos oficiales, superó la barrera de los 50 goles en liga y fue parte del equipo que levantó la primera Copa de la Liga MX Femenil, además de cerrar su carrera con un título de liga que parecía impensable cuando comenzó su camino.
Mónica Ocampo fue una pionera. Jugó cuando no había contratos estables, cuando los entrenamientos se ajustaban a otros trabajos y cuando las transmisiones eran inexistentes. Fue testigo y protagonista del crecimiento de una liga que hoy registra audiencias millonarias y estadios llenos.
Su retiro no es un punto final, sino una transformación. Ocampo ha dejado claro que seguirá ligada al fútbol femenil desde otra trinchera, aportando experiencia, liderazgo y visión. Porque quienes abren camino rara vez se alejan del todo, se quedan para cuidar lo que ayudaron a construir.
Hoy, su legado vive en cada niña que juega fútbol con alegría y sin límites, convencida de que ese sueño también le pertenece. En cada jugadora que pisa la cancha con confianza, ambición y libertad, se refleja el camino que pioneras como ella ayudaron a construir.
El adiós de Mónica no marca el final de una carrera, marca el cierre de una etapa fundamental del fútbol femenil mexicano y confirma algo más profundo: que el esfuerzo lo valió todo, que la historia avanzó y que el juego está en mejores manos.
¡Abramos cancha!
