El español es considerado la lengua oficial de al menos un país en cada uno de los continentes y su origen se remonta hasta el siglo XIII.
El paso del tiempo le ha permitido institucionalizarse; sin embargo, esto ha ocasionado que las organizaciones creen una hegemonía que divide a la población entre quienes la ejercen de manera adecuada y quienes no.
Adrian Chávez, escritor, traductor, editor y creador de contenido digital, se ha interesado por desmenuzar las razones por las cuales se lleva a cabo este tipo de separación entre los hablantes, lo que lo ha llevado a realizar su nuevo libro Manual del Español Incorrecto.
Este ensayo con una prosa analítica, que se vale del humor, examina: el machismo en el lenguaje, el pretexto de la lógica en la lingüística para validar a conveniencia ciertas expresiones, la manera en que sirve la normatividad de la lengua para segregar grupos sociales. Todo con el fin de aportar a la reivindicación de las diversas formas de expresión.
¿Cómo surge la línea narrativa de este libro?
Mi idea era demostrar que no existe un verdadero motivo para marcar como un error los usos lingüísticos marginales que evidencia la normatividad lingüística.
Al final, lo que termino demostrando es que no hay motivos científicamente válidos desde la lingüística para afirmar que un uso es correcto o incorrecto.
Lo que hice fue organizar el libro en función de todas las respuestas que suelen darse para justificar que un uso está mal.
Mi objetivo era arrinconar al normativismo lingüístico y exigirle más rigor científico y, al no encontrarlo, se terminan reivindicando las diversas formas de hablar, incluidas aquellas que consideramos incorrectas.
¿Se da por sentado nuestro conocimiento de la lengua y qué beneficios tiene democratizar su uso?
- Sí, pasa una cosa paradójica, pues por un lado todos la utilizamos y por lo tanto en ese sentido somos expertos, porque tenemos contacto con ella todos los días y vemos el mundo a través de ella.
Por otro lado, el conocimiento general de la lengua en términos de estudio está filtrado por la normativitis, por la idea de que la lengua y la lengua estándar es lo mismo, lo que nos impide ver la lengua en su conjunto.
Yo no trato de democratizar la lengua, porque ya lo está; el ejercicio más evidente de eso es que todos la ejercemos a diario, por eso mi objetivo es llevar la lingüística hacia el estatus que tienen el resto de las disciplinas científicas en la idea popular.
No quiere decir que no se enseñen también los contextos normativos, porque los hay, existen y tienen sus usos, pero el problema es confundir la norma estándar con la lengua porque entonces se produce la sensación de que hay hablantes de primera o de segunda, lo que se traduce en división social.
¿Cómo debería ser nuestra relación con la lengua?
- Yo creo que uno aprende la lengua afuera de la escuela. Cuando entras a la escuela ya eres experto porque incluso si nunca has tomado una clase de español como hispanohablante, ya eres más competente en tu lenguaje que un adulto que no es hablante nativo de tu lengua.
En las escuelas creo que más bien lo que sería buena idea es adoptar una perspectiva descriptiva que sea consistente con la lingüística que, en lugar de decirle a los niños qué es lo que deben hacer, cómo deben o no deben hablar o escribir, más bien tendría que emigrar hacia una enseñanza más objetiva, como explicarle en función del nivel educativo, los matices del idioma, pero no ocultarle usos.
¿Los jóvenes escriben peor que las generaciones que los anteceden?
No, las diversas formas de comunicarse dependen del contexto; puede que haya diferentes tipos de rigor de acuerdo al lugar en el que te desenvuelvas, pero hay otras situaciones en las que eso no importa y eso no quiere decir que el habla o la escritura que se utiliza sea más descuidada, quiere decir que es distinta, porque el contexto tiene distintas necesidades.
Lo que pasa con los jóvenes es algo que pasa cada generación; sus mayores tienden a creer que los más chicos le están haciendo algo al idioma, cada generación piensa esto y todas están equivocadas.
Sin embargo, hay un fenómeno que sí es propio de nuestra época, pues el Internet ha visibilizado la escritura informal. Antes era muy visible la escritura y hablar formal por los contextos académicos, editoriales, etc., pero la escritura informal estaba muy limitada a ciertos aspectos privados.
La web lo que hace es democratizar la escritura informal, lo que puede dar la impresión de que los jóvenes escriben peor; más bien están escribiendo públicamente y obedecen a otras necesidades que van a alejar al usuario de la normatividad.
¿Crees que el arte, el habla y la escritura serían los mismos?
- Funcionarían exactamente igual, porque lo siguen haciendo. Una cosa que trato en el libro es lo que entendemos como gramática normativa, gramática descriptiva y lo que entendemos como gramática internalizada, de las que rara vez hablamos.
La gramática internalizada es todas esas estructuras que hacen que el español sea español y que no precisamente las aprendemos en la escuela, sino que las adquirimos cuando adquirimos la lengua y son estructuras muy profundas que no se van a modificar porque alguien conjugue “haiga” en lugar de “haya”.
Algo que trato de demostrar en el libro es precisamente que no hay nada de qué preocuparse cuando hablamos de usos marginales porque esos usos marginales están en la superficie de la lengua, son muy poquitos los que tocan niveles más profundos.
Por ejemplo, parte de la discusión del lenguaje incluyente tiene que ver con que va un nivel más abajo, no está en el nivel del léxico, sino en el nivel de lo gramatical, de lo estructural, pero de todas maneras, incluso cuando alguien se insubordina a la norma y utiliza el lenguaje incluyente de todas maneras respeta, incluso de forma inconsciente, las estructuras de la gramática internalizada.
A lo mejor sí va a decir “amigues”, pero va a concordar el género neutro con el género neutro, va a decir “les amigues” y además siempre va a poner el artículo antes del sustantivo, utilizando todas esas cosas que no pensamos son las que hacen que el español sea español.
Mi propósito es desmenuzar de qué manera la idea de lo correcto se ha usado para instrumentalizar y para defender otros sistemas de opresión como el racismo, como el clasismo, como el sexismo y el abismo.