Desde la infancia, Ricardo Sheffield Padilla sintió una conexión especial con Japón. Su padre mantenía amistad con varias familias japonesas en León, y su madre era una ferviente admiradora de la cultura nipona.
Años después, ese interés lo llevaría a escribir El país de enfrente, un libro que busca acercar dos naciones que, aunque separadas por más de 9 mil kilómetros de océano, comparten lazos históricos, culturales y afectivos.

“El título es una forma de cuestionar la noción del ‘lejano oriente’. Japón no está tan lejos de nosotros como pensamos. No hay nada en medio, solo el Pacífico. Y, a diferencia de otros países con los que hemos tenido poco contacto, la relación entre México y Japón es profunda y antigua”, explicó Sheffield en entrevista.
El detonante para escribir el libro fue una carta de la Embajada de Japón, en la que se le notificaba que sería reconocido con la Orden del Sol Naciente. Preparando su discurso, Sheffield comenzó a investigar y pronto se dio cuenta de que había suficiente material para una obra que narrara de forma amena los vínculos entre ambas culturas.

Durante su indagación, encontró curiosidades sorprendentes, como el origen del chamoy, producto creado por una familia japonesa en México tras la Segunda Guerra Mundial, al adaptar una receta tradicional japonesa con ingredientes locales como tamarindo y jamaica.
O el famoso “cacahuate japonés”, que en realidad es una botana mexicana creada por un inmigrante japonés que intentó replicar un snack de su país. Incluso la lucha libre mexicana ha cautivado al público japonés, especialmente con sus combates de máscara contra cabellera.

Pero la conexión va más allá de lo gastronómico o lo pop. “Ambos pueblos comparten una historia de resiliencia. Vivimos sobre el cinturón de fuego del Pacífico, con sismos y volcanes; hemos enfrentado tragedias naturales y también hemos salido adelante de momentos difíciles, incluso de las derrotas frente a Estados Unidos. Eso nos une mucho”, reflexiona el autor.
Una de las historias más entrañables del libro es la de Tatsugoro Matsumoto, jardinero japonés que introdujo las jacarandas a la Ciudad de México, hoy símbolo visual de la primavera capitalina. “Es una muestra palpable de la huella japonesa en nuestro paisaje urbano. Igual que el chamoy o el cacahuate japonés, estas flores son testimonio vivo del mestizaje cultural”, destaca.

El país de enfrente no solo recorre anécdotas poco conocidas y momentos clave de esta relación bilateral, también invita a reflexionar sobre cómo Japón nos ha influenciado —desde Godzilla hasta el Nintendo— y cómo México también ha dejado una marca en la cultura nipona.
Un dato casi al final de la entrevista es revelador: México fue el primer país en firmar un tratado de igualdad con Japón, en 1888, y es el único que tiene una embajada entre el Palacio Imperial y el Congreso japonés. “Esa ubicación es símbolo de una amistad histórica que merece conocerse y celebrarse”.
“Es un libro sencillo, no pretencioso, escrito para que cualquier persona pueda entender y disfrutar esta historia compartida. Al conocer Japón, también terminamos conociendo más sobre nosotros mismos como mexicanos”, concluye Sheffield.