En medio de las altas temperaturas que se han registrado en gran parte del país, muchos buscan aliviarse con bebidas heladas, ventiladores a máxima potencia o ropa ligera. Sin embargo, una costumbre que muchos consideran ilógica en estas temporadas como tomar un caldo caliente podría ser más útil de lo que parece.
Aunque parezca contradictorio, servir un plato humeante de sopa en un día caluroso no es una ocurrencia de las abuelas ni una costumbre sin fundamento. Según un estudio realizado por la Universidad de Ottawa, consumir alimentos o bebidas calientes ayuda a regular la temperatura corporal y, en consecuencia, a sentirse más fresco.
¿Cómo es posible este efecto?
La explicación radica en cómo el cuerpo humano responde al calor. Al ingerir un caldo caliente, la temperatura corporal se eleva momentáneamente, lo que activa el mecanismo natural de enfriamiento: la sudoración. Este proceso, cuando ocurre en un ambiente donde la humedad permite una evaporación eficiente del sudor, ayuda a reducir la temperatura interna del cuerpo de forma más efectiva que con una bebida fría.
En contraste, cuando se consume algo helado, el cuerpo percibe una disminución en su temperatura y responde intentando conservar el calor, lo que puede resultar contraproducente en días calurosos. Por ello, aunque tomar algo frío puede brindar una sensación de alivio inmediato, no siempre es lo más eficaz para mantener el equilibrio térmico a largo plazo.
Este fenómeno, conocido como equilibrio térmico, explica por qué en muchas culturas de ambientes calurosos, como en partes de Medio Oriente, India o el sur de México, es común consumir alimentos calientes, incluso durante el verano.
Además, los caldos aportan hidratación, minerales y energía, lo que los convierte en una opción saludable y nutritiva para días en los que el cuerpo necesita apoyo adicional para regular su temperatura y mantenerse en buen estado.
Así que la próxima vez que te enfrentes a un plato de caldo en un día de 35 grados, recuerda: no es una tortura, es ciencia. Y quizás, el consejo de tu mamá o abuela tenía más lógica de la que imaginabas.