Aunque muchas personas se refieren a ellas como “verruguitas”, esas pequeñas protuberancias blandas que suelen aparecer en el cuello, axilas o párpados no son verrugas.
Se trata de fibromas blandos, lesiones cutáneas benignas que, si bien no representan un riesgo para la salud, son motivo de consulta dermatológica por razones estéticas o de incomodidad.
Aprender a diferenciarlos es clave, pues no comparten el mismo origen ni tratamiento que otras lesiones de la piel, como las verrugas causadas por virus.

¿Qué son los fibromas blandos?
Los fibromas blandos son lesiones sobreelevadas, de color carne o parduzco, que aparecen principalmente en zonas de pliegues como el cuello, las axilas, ingles y párpados.
Su textura es blanda al tacto y pueden medir desde pocos milímetros hasta varios centímetros. Su aparición es común a partir de los 25-30 años y tienden a aumentar con la edad o por factores hormonales.
La dermatóloga Ana Lorena González Botello aclara que no deben confundirse con las verrugas:
“Los fibromas blandos no son verrugas. En dermatología, sólo consideramos verrugas aquellas relacionadas con un virus, como el papiloma humano, aunque hay varios tipos de papiloma. A simple vista pueden parecerlo, pero no lo son”.
¿Por qué aparecen?
Su origen está relacionado con una predisposición genética, aunque también pueden surgir por resistencia a la insulina, dislipidemia (colesterol o triglicéridos altos) y sobrepeso.
González Botello advierte que, aunque son benignos, su aparición puede ser una señal temprana de un desajuste metabólico: “La mayoría de la población mexicana tiene sobrepeso. Hay que estar atentos porque los fibromas pueden ser una señal de que algo no está bien en el organismo”.
¿Debo preocuparme?
La buena noticia es que no son contagiosos ni evolucionan a lesiones malignas.
Sin embargo, pueden resultar incómodos cuando están en zonas de roce, como el cuello (al usar collares o camisas ajustadas) o los párpados (cuando llegan a crecer demasiado y dificultan abrir el ojo).
Por ello, muchas personas optan por retirarlos.
“Generalmente se quitan por estética o funcionalidad. Son completamente benignos, nunca se van a convertir en algo malo”, aclara la dermatóloga.

¿Cómo se eliminan?
El tratamiento es rápido, seguro y sin dolor significativo. Puede realizarse mediante láser o electrocirugía, procedimientos que duran alrededor de 15 minutos, no requieren anestesia y no provocan sangrado, infecciones ni cicatrices.
Otra opción frecuente es el cauterio, un procedimiento en el que se usa una herramienta parecida a una plumita con calor para eliminar la lesión.
“Se forma una costra falsa que poco a poco se cae. Hay que tener cuidado porque en la piel mexicana puede pigmentarse, pero es normal. Es como cuando de niños te raspabas la rodilla, primero rosa, luego regresa a su color”, explica González Botello.
Cuidados posteriores
Tras el procedimiento, los cuidados son mínimos. Se recomienda evitar el sol, el sudor, el calor, vapor, saunas y albercas hasta que la costra se caiga por completo y la cicatriz sane.
“Una vez que eso pasa, puedes seguir con tu vida normal”, señala la especialista.
¿Y las verrugas?
Las verrugas verdaderas, en contraste, suelen ser planas, adheridas a la piel y causadas por virus.
Algunas, como los ojos de pescado que aparecen en los pies, crecen hacia adentro por la presión al caminar.
Estas sí requieren otro tipo de tratamiento, como crioterapia o cauterio más profundo, ya que suelen tener una raíz más profunda.
Aunque se les llame “verruguitas”, los fibromas blandos son otra cosa.
Saber diferenciarlos permite tratarlos de forma correcta, sin alarmas ni riesgos. Si notas lesiones en tu piel, especialmente en zonas de pliegue, consulta con un dermatólogo para un diagnóstico preciso y un tratamiento seguro.