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Hambre emocional: cuando la comida se convierte en refugio ante la ansiedad y la depresión

Las emociones pueden alterar las señales de hambre y saciedad del cerebro, lo que genera un círculo vicioso entre ansiedad, depresión y sobrepeso

Cuatro de cada diez personas con obesidad padecen hambre emocional

En México, hasta cuatro de cada diez personas con obesidad presentan síntomas de depresión o ansiedad, condiciones que se vinculan directamente con el fenómeno conocido como hambre emocional, advirtió la doctora Mónica Arienti, especialista en conducta alimentaria.

En entrevista con Polímetro, Arienti explicó que el hambre emocional ocurre cuando una persona come para gestionar sus emociones, no por necesidad fisiológica. “Comemos según nuestro estado emocional. No solo para llenar reservas energéticas, sino para sentir placer, apapacharnos o lidiar con lo que sentimos”, señaló.

De acuerdo con la especialista, las emociones pueden alterar las señales de hambre y saciedad del cerebro, lo que genera un círculo vicioso entre ansiedad, depresión y sobrepeso. “Personas con ansiedad tienden a comer de forma impulsiva; mientras que quienes viven con depresión suelen recurrir a la comida como forma de alivio temporal”, añadió.

Arienti precisó que hasta el 60% de las personas con obesidad pueden desarrollar un trastorno alimentario asociado con las emociones, como el trastorno por atracón o la bulimia nerviosa. Los signos de alerta incluyen evitar ciertos alimentos por culpa, comer en secreto o aislarse durante las comidas.

hambre emocional
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Estrategias terapeutas recomendadas

La especialista subrayó la importancia de abordar la obesidad desde una perspectiva integral, que considere tanto la nutrición como la salud mental. “Decirle a alguien que solo coma bien y haga ejercicio no basta. Hay que detectar si hay ansiedad, depresión o hambre emocional. Un tratamiento psicológico o psiquiátrico puede marcar la diferencia”, afirmó.

Entre las estrategias terapéuticas recomendadas, mencionó la terapia cognitivo-conductual, que ayuda a identificar los detonantes emocionales del apetito, así como medicamentos que regulan el ánimo y reducen la impulsividad.

También enfatizó el papel del entorno familiar: “Hay que hablar con empatía, sin juzgar. No se trata de regañar por lo que alguien come, sino de preguntar qué siente o qué lo llevó a hacerlo”, comentó.

La ansiedad por comer nos puede atacar a cualquier hora. Foto: bing.com/images.

Aunque en México no existen cifras oficiales sobre el hambre emocional, estudios internacionales estiman que cerca del 30% de las personas que buscan perder peso presentan este patrón de conducta, lo que muestra su alta prevalencia y la necesidad de atenderlo.

Mónica Arienti concluyó con un mensaje para quienes se sienten culpables por comer en exceso: “No están solos. Todos hemos comido por emoción alguna vez. Si ya afecta su vida o autoestima, es momento de buscar ayuda profesional. Hay tratamientos basados en evidencia que funcionan.

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