Cuando pensamos en Perú, casi siempre imaginamos Machu Picchu, pero más allá de sus montañas sagradas existe un país que late al ritmo de la selva, donde la vida brota en todas direcciones y los ríos se convierten en auténticas carreteras naturales.
Fue en Madre de Dios, una de las regiones más biodiversas del planeta, donde descubrimos ese Perú que no aparece en las postales tradicionales, un lugar indómito, cálido, vibrante y profundamente conectado con la naturaleza.
Este destino amazónico nos regaló tres días inolvidables entre ríos, sabores intensos, fauna salvaje y una biodiversidad que simplemente no se puede comprender hasta que la tienes frente a ti.

Todo comenzó en Lima, nuestra puerta de entrada a Perú. Después de una breve estancia en la capital, tomamos un vuelo de apenas una hora y 40 minutos rumbo a Puerto Maldonado, la capital de Madre de Dios y punto de partida para las aventuras que se internan en el corazón de la Amazonía.
Desde ahí, nos esperaba un traslado muy especial, una lancha navegando por el río Madre de Dios, el camino natural que nos conduciría a Inkaterra Hacienda Concepción, nuestro refugio por tres días.

Estancia acogedora
Inkaterra es más que un hotel, es un santuario amazónico. Ubicado entre la Reserva Nacional Tambopata y las orillas del río Madre de Dios, este complejo se levanta sobre una antigua plantación de cacao y caucho y hoy conserva más de 800 hectáreas de bosque primario.
Para llegar, lo único posible es navegar —algo que de inmediato te conecta con la esencia remota, tranquila y poderosa del lugar.
Su alojamiento incluye 25 cabañas privadas, elevadas sobre maderos y distribuidas entre la selva.

Desde la nuestra, cada amanecer y cada noche eran una experiencia sensorial como los sonidos del bosque, la humedad que abraza la piel o la luz que se filtra entre la vegetación.
Las cabañas están equipadas con amenidades esenciales, mosquiteros, sábanas de algodón, ventilador de techo y un detalle importante que te lleva a la conciencia, la electricidad se apaga por algunas horas, pero en esos periodos no la necesitas; porque aquí se duerme con los sonidos de la naturaleza como arrullo.
Los sabores amazónicos
Antes y después de cada excursión, disfrutamos la gastronomía amazónica del restaurante de Inkaterra, donde probamos platos elaborados con ingredientes locales interpretados de manera creativa como la trucha en sillao con yucas, arroz atalayado en hojas de bijao, pollo salteado con verduras y yucas fritas, o un memorable filete de trucha con puré de nueces de Brasil.
Cada comida se convertía en parte esencial de la experiencia.

Tours, aventura y descubrimiento
Durante nuestra estancia, todos los recorridos se realizaron junto a un guía profesional local, experto no solo en la biodiversidad, sino también en el ritmo de la selva y en cómo enseñarnos a mirar, escuchar y comprender este ecosistema perfecto y frágil.
1. Trochas Concepción. Comenzamos nuestra aventura caminando por los senderos naturales que rodean el lodge.
En estas trochas o veredas conocimos la selva primaria y secundaria, aprendimos sobre árboles de cacao, caucho, frutos secos y banano, y, por supuesto, sobre la fauna diminuta que define este ecosistema.

Vimos de cerca a las famosas hormigas bala, cuyo dolorosa picadura se dice que se asemeja a recibir un disparo, y a la agresiva hormiga fuego. Un recorrido que nos recordó que la selva vive en todos los tamaños, colores y niveles y que hay que respetarla.
2. Recorrido por el río… de noche. Uno de los momentos más mágicos del viaje fue cuando subimos de nuevo a la lancha, esta vez bajo un cielo completamente estrellado, para recorrer el río Madre de Dios de noche.
La guía encendía su linterna hacia la orilla buscando animales nocturnos —y sí, vimos caimanes brillando entre la oscuridad— mientras nos explicaba el comportamiento de la fauna cuando cae el sol.

Todo acompañado por las constelaciones del hemisferio sur. Una experiencia profunda, silenciosa y llena de adrenalina.
3. Selva Oculta . Aquí nos convertirnos en exploradores, fue algo inevitable. Al caer la noche, caminamos por la selva dentro del complejo, acompañados por nuestras linternas y guiados por los sonidos nocturnos.

Aquí conocimos arañas, tarántulas, ranas, insectos luminosos y murciélagos. Cada paso fue un recordatorio de que este ecosistema cobra vida de una forma completamente distinta cuando el sol se esconde.

4. Paseo por el Lago Sandoval. Si un lugar puede robarte el aliento, es este. Navegamos hacia una de las joyas de Tambopata, el Lago Sandoval, considerado uno de los paisajes amazónicos más bellos del Perú.

Desde la canoa, rodeados de un espejo de agua inmenso y silencioso, vimos tortugas, varias especies de monos, garzas, guacamayos… y, si tienes suerte puedes ver también nutrias.
El recorrido es pausado, contemplativo, perfecto para entender por qué esta zona es una de las más biodiversas del planeta.

5. Puentes Aéreos – Canopy Walkway . Para cerrar la experiencia en Madre de Dios, en este tour ascendimos por escaleras de madera hasta llegar a los puentes suspendidos entre las copas de los árboles, a más de 30 metros de altura.
Caminar sobre ellos se siente como estar dentro de otro nivel de la selva, cerca de aves coloridas, guacamayos, tucanes y monos. Desde arriba, el paisaje amazónico se ve infinito, verde y vibrante.
Es un recorrido ideal para quien quiere fotos increíbles y una perspectiva completamente nueva de la Amazonía.

Invitación a viajeros mexicanos
Madre de Dios es un destino que sorprende porque no tiene filtros. La selva aquí es real, intensa, inmensa y profundamente viva.
Alojarse en Inkaterra te permite experimentar este mundo con comodidad, seguridad y con el acompañamiento de expertos locales que conocen cada detalle del ecosistema.
Para los viajeros mexicanos que buscan un viaje distinto, lleno de naturaleza, aventura y momentos que se quedan en el corazón, Madre de Dios es una de las mejores puertas de entrada al Amazonas peruano.
Descubrirla es conectar con la esencia más pura del Perú, esa que aún guarda secretos y que espera ser explorada con respeto.




