Existe un debate eterno entre irlandeses y escoceses sobre quién inventó el whiskey.
Los primeros sostienen que la leyenda cuenta que fueron los monjes irlandeses quienes originaron esta bebida ancestral. Los segundos reclaman la paternidad con igual vehemencia.
Sin embargo, la documentación histórica favorece a la isla esmeralda: el primer whisky irlandés se remonta hasta 1405, noventa años antes del primer whisky de Escocia.

Desde los años ochenta, sin embargo, esta bebida ha experimentado una resurrección notable. Nuevas destilerías independientes han surgido en toda la isla, y las casas tradicionales han recuperado su prestigio internacional.
Treinta años de paciencia
Ahora, Bushmills, la destilería con licencia más antigua del mundo presenta una expresión que resume todo ese legado histórico: una edición limitada de solo mil 500 botellas que han madurado durante tres décadas.
Este single malt pasó 14 años en barricas de bourbon y oloroso sherry, antes de completar 16 años adicionales en barricas de primer llenado de
“El roble da sabor y color a nuestro single malt. Las barricas de PX añaden una tonalidad dorada más intensa y una profundidad inigualable”, explica Alex Thomas, master blender de la casa destiladora.

El resultado es un whiskey de color dorado profundo, con aromas intensos a pasas, higos, dátiles y toffee, matizados por sutiles notas de clavo y especias dulces.
En boca, revela una textura aterciopelada con matices de frutas secas, praliné y cáscara de naranja, que evolucionan hacia suaves notas de vainilla y masa horneada. El final es largo, complejo y persistente, con ecos de frutas secas y caramelo.
El arte de la triple destilación
El whisky irlandés se caracteriza por su triple destilación, que lo hace suave y delicado. Este proceso distingue a la producción irlandesa de la escocesa, que tradicionalmente emplea doble destilación.

Otra característica distintiva es el uso de cebada sin maltear. Mucho whiskey irlandés contiene cebada sin maltear, una tradición que viene de la época que ahorraba impuestos a los productores.
Esta edición de 30 años no es solo una celebración del tiempo y la paciencia. Es un homenaje líquido a los monjes que destilaron los primeros lotes con fines medicinales, a los maestros destiladores que perfeccionaron el arte a lo largo de cuatro siglos, y a una industria que sobrevivió a guerras, prohibiciones y crisis económicas para renacer más fuerte que nunca.
Se recomienda disfrutarlo solo, lentamente, con el respeto que merece el tiempo que le ha dado forma.

