En el ruido constante de TikTok, Facebook o WhatsApp —esa corriente donde cada minuto nace un nuevo escándalo, un dato sospechoso o una verdad que dura apenas unas horas—, las palabras siguen siendo el arma más poderosa. Pueden informar, pero también manipular. Pueden explicar el mundo, pero también distorsionarlo.
Adrián Chávez, lingüista y divulgador, lo sabe mejor que nadie: lleva años observando cómo las emociones extremas, los sesgos y los titulares diseñados para enojarnos moldean lo que creemos. En su libro Cómo mentir en Internet, guía para triunfar en la era de la posverdad, desmenuza ese proceso con ironía, humor y la incómoda claridad de quien nos muestra que, en Internet, todos somos más vulnerables de lo que pensamos.
El libro es en apariencia, un manual para viralizar mentiras; en realidad, es un recorrido ingenioso por las trampas del lenguaje y los mecanismos que convierten a la red en la autopista perfecta para el engaño.
El autor explica que las mentiras digitales no triunfan por ser brillantes, sino por saber tocar la emoción precisa. “Un titular que apela a la ira o al asombro es un titular que va a viajar lejos, incluso si nadie abre la nota”. La posverdad, dice, se sostiene menos en lo que afirma y más en lo que confirma: un prejuicio, una sospecha o esa predisposición silenciosa que todos —sí, todos— cargamos.
El libro nació casi por accidente, tras años de divulgar temas de lengua y encontrarse de frente con cuentas que torcían etimologías, manipulaban significados o disfrazaban discursos anti-derechos con explicaciones “lingüísticas”.
Ese choque reveló patrones: pseudociencia, conspiraciones y una sofisticada maquinaria de titulares diseñados para escandalizar. Lo que siguió fue un mapa completo de cómo funciona la desinformación en tres frentes: emociones extremas, falacias y el atractivo irresistible de lo simple.
Chávez insiste en que nadie es inmune. El sesgo de confirmación, por ejemplo, actúa como un eco: si algo reafirma lo que ya crees, lo aceptas sin dudar. Otros sesgos —como el de disponibilidad, que te hace creer que un tema está “en todos lados”, o el efecto halo, que te hace confiar en alguien solo porque te cae bien o te parece competente en otra cosa— completan la ecuación perfecta para caer redondo.
Por eso propone un antídoto que parece sencillo pero exige disciplina: la pausa. Hacer una pregunta antes de compartir. ¿Qué quiere hacerme sentir este titular? ¿Me informa o quiere manipular mi enojo? ¿Por qué no menciona fuentes claras? Ese segundo de respiración —dice— es el hilo que permite deshacer la madeja que envuelve a la desinformación.
Leer Cómo mentir en Internet es como asomarse al taller clandestino donde se fabrican los engaños digitales… pero con humor. Chávez decidió narrarlo con ironía: te explica cómo “hacerte viral mintiendo”, mientras revela las técnicas para que no te la cuelen. Una especie de vacuna disfrazada de broma. Un libro que se disfruta, aunque lo que revela duela.
Y para quienes consumen información todos los días, Chávez tiene una recomendación simple: “Busquen el libro si quieren entender por qué caemos en engaños incluso cuando creemos que no. Y si quieren reírse un poco mientras aprenden a detectarlos”.
En tiempos donde la verdad camina y la mentira viaja en primera clase, detenerse a leerlo puede ser un acto de autocuidado digital y no seguir contribuyendo a dispersar mentiras con el simple hecho de compartir todo lo que es escandaloso, simple o porque gusta.