Querétaro

Hartazgo y contraste

-FOTODELDÍA- AME8259. BUENOS AIRES (ARGENTINA), 19/11/2023.- Primer plano del rostro del presidente electo de Argentina, Javier Milei, durante su discurso en el "búnker" electoral tras conocer los resultados que le dieron como ganador del balotaje, hoy, en Buenos Aires (Argentina).  Milei advirtió este domingo que "no hay lugar para la tibieza" o "las medias tintas" en referencia a las reformas estructurales que propone para Argentina. Milei derrotó este domingo al oficialista Sergio Massa, y será el próximo presidente de Argentina a partir del próximo 10 de diciembre. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni
El presidente electo de Argentina, Javier Milei (Juan Ignacio Roncoroni/EFE)

El pasado domingo la sociedad argentina rechazó al gobierno bolivariano de Alberto Fernández, a través de un copioso voto por Javier Milei un ocurrente economista opositor. Dicha derrota oficialista ha hecho florecer, en México las esperanzas de repetir el fenómeno en estas tierras en 2024. Conviene, para evitar ilusiones que aterricen en desencanto, entender qué sucedió en Argentina para ver cómo puede replicarse en nuestro país.

El fenómeno argentino tuvo tres elementos clave: primero, un hartazgo generalizado con las políticas del régimen, cristalizadas en la crisis económica e identificadas precisamente con el candidato oficialista, ministro de economía; segundo, una campaña opositora de contraste, estridente y confrontativa, de tono radical y ofensivo; tercero un mecanismo electoral que llevó la contienda a un escenario de sólo dos opciones, limitando la decisión a una pregunta muy simple: ¿continuar con un régimen bolivariano o no?

La mala noticia es que ninguno de esos tres elementos clave existe hoy en México; la buena noticia es que los dos primeros pueden construirse con relativa rapidez, y el tercero puede emularse de alguna forma; la mejor noticia es que aún hay suficiente tiempo para hacerlo, pero debe suceder ya. Hoy.

El hartazgo generalizado con el régimen aún no existe en México porque, a pesar de que las condiciones para ello están dadas a cabalidad, sus efectos no suelen ser narrados con suficiencia: el desastre en salud, en seguridad, en ecología y en institucionalidad, llega a la discusión pública sin regularidad ni consistencia; la sociedad pasa de un tema serio a uno banal sin discriminar, y siempre siguiendo la agenda del régimen. Eso debe cambiar, y la propia sociedad debe hacerse cargo: echando mano del internet móvil y las redes sociales, se puede construir una narrativa que enumere los daños del régimen en forma atractiva, que sature la discusión y provoque el hartazgo.

La campaña opositora de contraste, radical y estridente, es responsabilidad de la candidata y los partidos del Frente, y es esencial para poder ser percibida como una alternativa al régimen, convirtiéndose (como Milei) en el medio para canalizar el hartazgo, traduciéndolo en voto de castigo. Sin ese tono y enfoque en la campaña, el hartazgo social podría ser total y, sin embargo, no traducirse en un solo voto a favor de la oposición. La sociedad civil debe exigirle a Gálvez y a su equipo que cambien el folclor y las ocurrencias cursis de hoy, por un discurso de clara y directa denuncia contra el régimen morenista.

Finalmente, en México no contamos con un mecanismo que lleve la elección a una segunda vuelta, en la que se decida sólo entre dos opciones. Sin embargo, en una discusión pública dominada por la campaña opositora de contraste, y por la narrativa de hartazgo desde la sociedad, no habrá espacio para un abordaje relevante desde una “tercera vía”, dejando a esta como un fenómeno marginal.

¿Podríamos, pues, repetir el fenómeno argentino en México, y derrotar al régimen bolivariano que sufrimos hoy? Sí. Sin la menor duda. Sólo debemos entenderlo y trabajarlo, alejándonos ya de poses simplonas, recatos cívicos y tibiezas, tanto partidos como sociedad. Nos jugamos el resto del siglo en 2024 y hay mucho por hacer, y lo primero es ser competitivos. Hoy no lo somos, pero podemos serlo. Estamos a tiempo.

CAMPANILLEO

En Argentina no ganó la oposición: perdió el régimen, evidentemente dañino, y quien cosechó fue el candidato más contrastante y notorio.

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