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Xóchitl Gálvez en "Conferencia de la verdad"

La precandidata presidencial opositora al régimen, Xóchitl Gálvez, abanderada por tres partidos políticos, no le está hablando a los votantes obvios de ninguno de ellos. Hoy Pri, Pan y lo que queda del Prd son, con variaciones más ideológicas que prácticas, refugios del voto clasemediero que está harto del populismo, pero desde la campaña de Gálvez no le están hablando a la clase media; peor aún, con el discurso e imagen de “Fuerza y Corazón por México” están avisando que, al menos en lo visible, vienen seis años con más de lo mismo: populismo ocurrente y, para más inri, poco original.

Después de siete meses de campaña, y dejando a salvo dos o tres esfuerzos certeros en contra, Gálvez ha dejado claro que no tiene mucho interés en diferenciarse del régimen; al contrario, aprovecha cada oportunidad para mimetizarse con él, con la obvia intención de drenarle votos en su segmento clientelar; juega, pues, a ganarle al Licenciado López en un torneo de populistas estridentes. Esa apuesta luce temeraria.

Desde los panes en la cabeza, la bicicleta y el huipil, hasta la inclusión en su campaña de notables e inútiles compañeros de viaje (como Carlos Urzúa y Germán Martínez) y pasando por declaraciones desafortunadas como “Estoy a favor del tren maya” y “Vengo a rescatar a la verdadera izquierda”, la precandidata opositora busca, con total entusiasmo y convicción, disputarle a Claudia Sheinbaum el trofeo de similitud con el régimen. Y parece empezar a ganarlo, aunque no entre quienes el régimen ya tiene capturados electoralmente, sino entre los votantes de clase media que no quieren siquiera escuchar más ocurrencias populistas, folclóricas y simplonas.

En su más reciente (que no “último”, me temo) resbalón de campaña, y en un afán por ocupar a discusión pública a cualquier costo, la precandidata Gálvez ha decidido echar a andar su propia “mañanera”; realizará cada tercer día una conferencia de prensa, copia de la que realiza López con escalofriante puntualidad, en la que tratará de fijar temas haciendo lo que mejor sabe hacer desde aquella vez en que se disfrazó de dinosaurio: orbitar el discurso del régimen, para cosechar menciones en la mañanera original.

¿Puede Gálvez diferenciarse del régimen, más allá de las devaluadas palabras, con semejantes acciones? ¿Puede ser competitiva su oferta electoral, si no se distingue de la que encarna López? ¿Por qué insiste en lucir como “copiona”, si fue señalada por presunto plagio el año pasado? ¿Para qué esforzarse en calcar la imagen del caudillo, cuando a su rival oficialista la llaman, precisamente, “la calca”?

Quizá todo sea parte de una complicada estrategia ajedrecística en siete dimensiones, gracias a la cual una candidata opositora puede mimetizarse con el régimen populista al que dice combatir, arrebatándole un porcentaje relevante de los votos ya capturados con transferencias directas, PERO SIN PERDER LOS VOTOS de la clase media que reniega, justamente, del populismo. ¡Vaya magia! O quizá, sencillamente, no hay suficientes ideas para (o interés en) ganar la presidencia de la república.

Sea cual fuere el caso, esa agraviada clase media debería expresar claramente lo que NO quiere para el siguiente sexenio, venga de quien venga, para ver si en la campaña opositora se enteran y calibran mucho mejor la posible respuesta, en las urnas, de un segmento electoral al que nadie le está hablando de verdad.

CAMPANILLEO

Decía Silvio: “Qué cosa fuera, corazón, qué cosa fuera... un servidor de pasado en copa nueva”.

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