El movimiento político conocido como “morena”, indiscutible ganador en la pasada elección federal, tiene prisa por capturar a los poderes legislativo y judicial por una sencilla razón: le urge convertir una aplastante victoria en el poder ejecutivo, en un régimen sin contrapesos legales.
Los grupos de poder que se han asociado bajo el membrete guinda, saben que para el mexicano promedio la separación de poderes es un asunto muy nebuloso: sí, puede identificar con claridad a la autoridad ejecutiva en los tres niveles, pero la legislativa ya no la tiene tan clara, pues los diputados y senadores son vistos como una suerte de subalternos del ejecutivo; y de la autoridad judicial, ni hablar: Juan Pueblo no conoce la relevancia de los jueces, y suele meterlos en el mismo costal junto con los fiscales y los policías de investigación, haciéndolos corresponsables de todo lo que sucede en el proceso de procuración de justicia.
Aprovechando esta circunstancia, quienes ganaron la pasada elección para presidente de la república buscan capturar a los otros dos poderes de la unión; saben que para muchos mexicanos el “jefe del país” es el presidente y le reconocen autoridad sobre toda persona e institución; saben, también, que el ánimo social los acompaña por acción (35.9 millones de votos) y por omisión (40 millones de abstencionistas) y es por eso que los vemos operando contra reloj para instaurar un régimen iliberal: tienen que aprovechar el discurso público que los hace “ganadores absolutos” a partir de un triunfo indiscutible pero exclusivamente respecto al poder ejecutivo.
Así vistos, el actual asalto al poder legislativo vía una ilegal sobrerrepresentación, y el ataque impúdico al poder judicial vía una reforma absurda planteada para dentro de 60 días, no son sino los dos brazos de una pinza legal y discursiva para capturarlos; la colonización que intentó “morena” desde el primer minuto del gobierno de López no alcanzó para someterlos, así que ahora va por la vía demagógica, montado en la ola de popularidad acreditado en las urnas... una ola que, como todas las olas, pasará pronto. Por eso la prisa.
El reto ahora para quienes entendemos la separación de poderes y podemos ver al país más allá de la siguiente quincena, es el de explicarle a suficientes mexicanos, rápido y bien, que el triunfo formal de Sheinbaum NO habilita a “morena” a hacer lo que le plazca al interior del poder ejecutivo, y aún menos en los otros dos poderes. Debemos cultivar en ellos la noción, cierta y verdadera, de que un gobierno sin contrapesos siempre es dañino para la sociedad, no importando si a nivel individual se simpatiza o no con él.
Si no logramos construir ese discurso para hacer frente al relato triunfalista de “morena”, generando desde la sociedad un freno a esa intentona por diluir la separación real de poderes, poco importarán nuestras leyes, la preocupación de los inversionistas extranjeros, y la opinión de nuestro principal socio comercial: la captura del legislativo y del judicial se consumará, y el más reciente esfuerzo por ser modernos y civilizados en México habrá terminado.
Es un reto formidable, pues la democracia es más amplia que su expresión formal y si el pueblo está conforme con algo, merece que alguien se lo otorgue. Y grupos dispuestos a otorgárselo, sobran. Sugiero comenzar a inconformarlo ya.
PUBLICIDAD
CAMPANILLEO
No atender los temas triviales del régimen sería un gran comienzo para arrebatarles la discusión pública. ¿Cuántos seremos capaces de hacerlo?