A propósito de la fecha, en la que deberíamos como mexicanos sentir un gran orgullo, patriotismo y conmemorar el inicio de la guerra de independencia, creo que hoy por el contrario, la sensación es más amarga que dulce. En una concatenación de errores históricos, se puso la mesa para que llegara un dictador a arrasar con cuanto se le pusiera enfrente y tomar total control del país.
Y en esta ocasión, aunque independientes frente al resto de naciones, teníamos al propio conquistador en casa. Es atemorizante ver tanto poder concentrado en una sola persona, en un solo hombre que además lo utiliza como herramienta personalísima para saldar cuentas y hacer ajustes a diestra y siniestra.
Es tal el ego y sed de poder, que a escasos 15 días de dejar el cargo, es él y nada más él quien figura en el plano nacional, teniendo relegada y totalmente apagada a su sucesora, quien tampoco ha tenido el valor de buscar un cambio de giro y desmarcarse de quien habrá de heredarle la presidencia.
Hemos vuelto a la época en la que al preguntar la hora, el titular del poder ejecutivo recibía por respuesta un “las que usted ordene, señor Presidente”. Estamos viviendo eso una vez más. En este país, desafortunadamente hay pocos quienes se atreven y pueden plantarle cara al presidente, y aún más pocos, quienes lo hacen con la conciencia tranquila y con la calidad moral que esto implicaría.
Tenemos al poder legislativo entregado totalmente, regalando, como si fueran medallas o trofeos, reformas constitucionales, desde el congreso de la unión hasta replicarlo en las legislaturas locales, mismas que apenas recibieron el dictamen de reforma al poder judicial, procedieron a aprobarla sin tener la precaución de, ya no digamos modificarla, tan siquiera leerla.
Subyugaron al poder judicial con una mal llamada reforma, que solamente tiene como objetivo imponer y doblegar a los impartidores de justicia, para que protejan los intereses de unos cuantos arteros y flagrantes violadores de la Constitución.
Hoy nuestro país y su independencia, han sido entregados como ofrenda a una sola persona, por los siervos sentados en sillas de poder a las cuales llegaron con el único objetivo de servirle a un tirano, no de representar a nadie ni perseguir el anhelo de tener un país seguro, próspero y desarrollado.
Hoy no quedan más que vestigios de esa independencia.