El expresidente Ernesto Zedillo decidió romper el silencio sobre la situación política que vive México y, con una publicación al respecto y una serie de misivas como respuesta a la reacción de la presidente Sheinbaum, capturó la agenda discursiva nacional y colocó en el rol reactivo al gobierno federal mexicano, descolocándolo y exhibiéndolo con aparente sencillez.
¿Cómo logró Zedillo esa captura? Es evidente que se apoyó en la muy buena imagen que él tiene en círculos financieros, académicos y políticos, tanto de Estados Unidos como de Europa; es una voz que se escucha con respeto, pues. Y la aprovechó para hacer señalamientos directos en contra de la demolición institucional ejecutada por el gobierno federal desde hace siete años, que Sheinbaum no ha podido o no ha querido frenar.
La reacción de la presunta presidente y su gobierno ha sido virulenta, pues la crítica de Zedillo llega en un momento de buena prensa para ella en Estados Unidos: después del desastre en comunicación ejecutado por López, la parálisis de Sheinbaum ante Trump ha sido entendida como prudencia y, a veces, incluso como sagacidad, y los señalamientos de Zedillo lo han puesto en duda.
Para quienes no validamos el desastroso gobierno federal que “morena” ejecuta desde hace casi siete años, este diferendo entre el expresidente y la presunta presidente abre una oportunidad dorada para incidir en la discusión pública: por primera vez desde que está a cargo de la oficina, Sheinbaum luce descolocada y errática en sus declaraciones, señal de que no sabe cómo actuar cuando otro personaje toma la iniciativa.
La forma de aprovechar esta coyuntura (y cualquiera otra similar que se presente en el futuro) es la de apoyar lo que plantea y exige Zedillo, no a Zedillo en lo personal. Es una diferencia sutil pero muy importante: apoyar los señalamientos del expresidente implica hablar de ellos, precisarlos, robustecerlos, mantenerlos vivos en la discusión pública; apoyar a Zedillo es hablar de él, de sus acciones, de sus méritos, y tratar de reivindicarlo ante la clientela guinda. Lo primero nos sirve para contener a este desastroso gobierno federal, manteniendo la discusión en los hechos; lo segundo le sirve al gobierno federal para colocar la discusión en el terreno personal, en el de las opiniones.
El aprovechamiento de la opinión pública es vital para cualquier gobierno y la sociedad que lo engendra; dirigirla hacia donde conviene es fuente de mucha paz y viabilidad para quien lo consigue. Por eso hemos visto a Sheinbaum y su staff tratando de llevar la discusión con Zedillo al terreno del Fobaproa y al de presuntos vínculos con el crimen organizado: les urge retomar la narrativa y, para conseguirlo, en medio de su desorden lanzan anzuelos diversos para ver si en alguno se engancha la opinión pública. No lo permitamos.
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Quienes podemos entender el enorme daño que causa a nuestro presente y futuro la demolición institucional de “morena”, debemos aprender a opinar más con el cerebro que con el estómago, si queremos aprovechar coyunturas como la que ha provocado Ernesto Zedillo y que, me temo, no serán recurrentes.
Exijamos, pues, que los señalamientos de Zedillo sean explicados a total satisfacción; eludamos la discusión en el terreno de las opiniones sobre él o su gobierno: a usted le daña lo que sucede hoy, no lo que pasó hace 25 años.
CAMPANILLEO
Lo que importa es hoy, y quien hoy preside, o al menos afirma hacerlo, es Claudia Sheinbaum; la exigencia, pues, debe ser sobre ella.