La propiedad privada está bajo ataque en México desde hace siete años, y el riesgo de tener inmuebles en aquellas entidades gobernadas (es un decir) por “morena” seguirá aumentando.
No: el riesgo no son las marchas que las autoridades locales de “morena” suelen permitir, con total impunidad para quienes participan en ellas destruyendo la propiedad ajena; dichas marchas sólo son la forma, burda y hostil, que tiene el régimen para colocar el tema inmobiliario en redes sociales y medios tradicionales, haciendo que la discusión pública se enganche a partir de abordajes viscerales.
El riesgo que corren los propietarios de inmuebles en cada vez más regiones del país (con la muy “progresista” CDMX a la cabeza) es el de ver cómo las leyes cambian, una y otra vez, para arrebatarles el poder de decisión que tienen sobre sus propiedades; el riesgo es ver cómo la autoridad local, siempre emanada del membrete guinda, utiliza los inmuebles privados como rehén político para apaciguar a sus clientelas electorales.
El discurso igualitario otorga, ante las masas, una suerte de legitimidad al despojo planteado desde el poder formal en los estados morenistas: una amplia mayoría social ya no aprecia las leyes ni la certidumbre que su observancia permite, y prefiere ver que el río se revuelva para ver si le toca alguna ganancia pues, supone esa masa votante, lo justo es que todos tengamos una casa así sea a costa de que alguien más la pierda.
Ese planteamiento simplón, inviable por completo en el México de principios de siglo, hoy es dispersado por el régimen guinda estado por estado, ciudad por ciudad, buscando la tierra fértil que permita su florecimiento y el avance de la legislación que formalice el despojo a la clase media, cuyos miembros son los únicos que tienen inmuebles por perder, pero no tienen las herramientas metalegales para defenderlas.
Que nadie imagine el despojo en forma de expropiación, al estilo de Hugo Chávez; en México el despojo que plantean cometer los gobiernos locales de “morena” habrá de suceder en forma barroca, a través de complicadas leyes que minarán la rentabilidad de los inmuebles y cuyo cumplimiento será entorpecido por una burocracia incompetente, en ambientes enrarecidos por el crimen organizado, volviendo inviable para el clasemediero la defensa de aquella propiedad que no habita.
El régimen guinda vive de darle regalos a su clientela; lo hizo primero malgastando las finanzas públicas sanas, construidas por cuatro sexenios; luego se fue sobre los ahorros públicos de 30 años, extinguiendo fideicomisos, y después metió mano a los fondos para retiro; ahora lo hace contratando deuda a un ritmo escalofriante; cuando esa fuente se seque tratará de echar mano de las reservas del Banco de México, y cuando todo se agote seguirá con la casa de usted, lector.
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¿Cree usted que exagero? Le invito a revisar los nombres de quienes hoy nutren de estructura, músculo político y presencia legislativa a “morena”: encontrará usted a quienes llevan décadas lucrando políticamente con la esperanza de las masas ignorantes por contar con una vivienda propia... Bejarano, Padierna, Noroña, Brugada. ¿Le suenan?
Si usted vive en una entidad gobernada por “morena”, movilícese ya en contra de ese discurso igualitario o le va a pesar. Si usted todavía tiene la fortuna de vivir en una entidad que no es gobernada por “morena”, asegúrese de seguir así: no los deje entrar.
CAMPANILLEO
La CDMX con Brugada es la iglesia en manos de Lutero. Mucha suerte, chilangos.