El primer día de este mes, la presunta presidente simuló informar lo que tenemos en lugar de gobierno federal en México y, más tarde, tomaron protesta los nuevos ministros de lo que queda de la SCJN. En ambos casos sólo hubo un color presente: el guinda. Sin la menor señal de pluralidad, el régimen que ha capturado las instituciones nacionales celebró sus ceremonias excluyendo a cualquiera otra expresión ideológica, política e incluso partidista: en lo que conocemos como “México”, todo es #morena.
¿A qué obedece este ejercicio pendenciero del Poder? ¿Por qué una pandilla de incapaces puede secuestrar así ritos republicanos que deberían convocar a todos los mexicanos? Identifico un par de razones perturbadoras que, sin embargo, apuntan a una posible salida.
La primera: porque los votantes así lo decidieron tratándose del poder ejecutivo y del legislativo; le dieron a Sheinbaum más votos que los otorgados a López seis años antes, y entregaron a “morena” una muy clara mayoría simple en el congreso, que después la alquimia guinda convirtió en mayoría calificada; en cuanto al poder judicial, de Juanito Pueblo sólo obtuvo indiferencia: el régimen podría haber cambiado las togas por leotardos, y a ras de calle no habría recibido más que risas bobaliconas como respuesta.
La segunda: porque esa captura pertenece a la esfera nacional y esa noción, Lo Nacional, es de naturaleza abstracta y aspecto difuso: sólo existe en el imaginario social a través de los conceptos simplones de los libros de texto oficiales (Tenochtitlan, Conquista, Independencia, Benito Juárez y Revolución), de la Selección de futbol y de las fiestas de septiembre; de tal suerte, que la idea práctica de “nación” le resulta desconocida al votante promedio, por lo que aquellas decisiones que emanan de ella suelen tenerlo sin cuidado: no son asunto suyo... el mexicano se asume como tal sólo cuando se trata de enseñar a beber tequila a algún turista, celebrar un gol del Tri o responder a críticas de un gobierno extranjero.
Así pues, es entendible la sencilla captura realizada por el régimen de todo cuanto existe en la esfera nacional: a una abrumadora mayoría de la sociedad que existe bajo ella no le interesa su devenir; si a ello le sumamos una burda política, también nacional, para comprar voluntades a través de transferencias directas, estamos hechos.
Es desalentador, sí, cuando se mira el proceso hacia atrás: todo el daño a la sociedad mexicana es autoinfligido, y va del Río Bravo al Usumacinta. Pero si se ve hacia delante, ambos factores permiten imaginar una ruta de salida viable: la voluntad aplicada al entorno local.
Si de esto que sufrimos en “México” el primer responsable es la mayoría social que vive en “México”, quiere decir que efectivamente vivimos en una democracia y, vaya sorpresa, que el poder sí radica en el pueblo en forma inalienable: estamos retrocediendo en nuestras conquistas cívicas por decisión propia, por lo que bastaría cambiar el enfoque para que el retroceso cese y nos relancemos hacia delante.
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Y si esta captura perniciosa y absoluta sucede sin contratiempos en la esfera nacional, pero en la esfera local vemos (a siete años de iniciada) a estados que NO van en la misma dirección, significa que las dinámicas y anclajes locales son prácticos, no abstractos, y que una mayoría social ha sabido usarlos para contenerla y aún rechazarla. Hay esperanza.
CAMPANILLEO
Querétaro, Coahuila, Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Durango, Nuevo León y Chihuahua: no se cansen.