Querétaro

El examen que nadie anuncia

Ovación a Cristiano Ronaldo (Clive Brunskill/Getty Images)

Hay momentos en la vida pública en los que una persona, sin previo aviso, se enfrenta a un examen silencioso. No es un tribunal, no es un protocolo; es la sociedad misma la que observa y dicta veredicto. El aplauso o la indiferencia, la ovación o el desaire, son señales que comunican mucho más de lo que cualquier discurso pretende explicar.

1. El caso concreto

Hay figuras que llegan a ocupar los más altos cargos con toda la investidura que ello implica. Sin embargo, cuando esa trayectoria está marcada por obediencias ciegas, por falta de autonomía y por incongruencias repetidas, el cargo se vuelve un disfraz frágil. En algún punto, ese disfraz se rasga y lo que aparece es la percepción real: poca validez, escasa confianza y, sobre todo, la ausencia de respeto.

2. El análisis desde Todo Comunica

Cada foro, cada espacio público, puede convertirse en un examen social. Sin discursos rimbombantes, sin discursos preparados, la gente evalúa con un gesto, con un silencio, con un aplauso que no llega. Es la consecuencia inevitable de lo que hemos construido en la vida: decisiones, congruencia, coherencia o falta de ellas. No se trata del presente inmediato, sino de todo lo que se ha dicho y hecho a lo largo del tiempo.

3. El aprendizaje: las 3 Haches

Honestidad, Honradez y Honorabilidad.

Son tres valores que no se improvisan ni se maquillan. Y aquí hablo desde lo personal: siempre recuerdo a mi padre y trato de honrarlo con estas tres haches. Porque no basta con ser honesto: alguien puede serlo y admitir “soy un ratero” o “soy un abusivo”… y aun así carecer de lo más importante. La honradez y la honorabilidad son las que completan el círculo de la congruencia.Cuando alguien encarna estas tres haches, puede enfrentar con dignidad cualquier escenario. Habrá polémica, habrá críticas, pero nunca desprecio ni indiferencia. Cuando estas tres haches sostienen una trayectoria, el respeto no depende de un cargo, sino de la persona que lo porta.

Al final, la vida pública nos recuerda algo esencial: “El verdadero liderazgo no se decreta ni se impone. Se construye con congruencia, con carácter y con esos valores que, tarde o temprano, reciben el reconocimiento social. Porque sí, aunque muchos lo olviden… Todo Comunica.

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