¿Reconciliación genuina o una campaña de marketing bien pensada?
El kayfabe, esa ficción pactada que en la lucha libre convierte al odio en espectáculo y a la rivalidad en motor de taquilla, es una convención donde la audiencia “cree” en historias y enfrentamientos que no son más que parte de una puesta en escena. Es un acuerdo tácito entre el show y quien lo observa.
Lo curioso es que el kayfabe ha encontrado escenarios fuera del cuadrilátero. En política, por ejemplo, con el famoso acrónimo TACO, atribuido a Donald Trump. “Trump Always Chickens Out” (“Trump siempre se acobarda”), surgió para describir la tendencia del expresidente a anunciar medidas duras —como los aranceles— para después retractarse o posponerlas. Una jugada predecible que mantiene en tensión al público, como si de un guion se tratara.
Algo similar ocurre en la música. Durante años, Liam y Noel Gallagher fueron la representación viva de una enemistad que dividió a los fanáticos como si fueran hinchas de equipos rivales. El pleito se alimentaba de declaraciones incendiarias y silencios estratégicos.
Pero como en todo libreto de kayfabe, siempre llega el giro inesperado: la reconciliación. Y el detonante no fue otro que el fútbol. Cuando el equipo de sus amores levantó la copa, la victoria no solo resonó en el estadio, también rompió la narrativa del odio fraternal. Uno de los hermanos había prometido que, si su club ganaba, Oasis regresaría. Y cumplió.
El triunfo del equipo actuó como excusa emocional, como puente simbólico entre dos egos irreconciliables. No fue un abrazo espontáneo, sino un momento medido, casi escrito con la misma lógica con la que se programan WrestleManias.
Si somos mal pensados —y claro que lo somos— podríamos suponer que la enemistad y la separación fueron parte de un plan meticuloso: primero, construir carreras en solitario; después, consumar un gran regreso que no solo reviviría el nombre de Oasis ante nuevas generaciones, sino que llenaría de millones las arcas de la industria detrás de la banda. Y como no iba a suceder, si el enfrentamiento entre los Gallagher fue creciendo año tras año, manteniendo viva la expectativa.
Hoy, la gira mundial es el desenlace natural de esta historia. Poco importa si la reconciliación es auténtica o un pacto temporal: el kayfabe musical funciona igual que en la lucha libre. El público quiere sentir, necesita creer. Y mientras las entradas se agotan y las voces corean los himnos de toda una generación, queda claro que el show siempre debe continuar.
En los próximos días, México será testigo de esta reconciliación fraternal. Los que asistan no solo verán un concierto: serán parte de una historia que forma parte del soundtrack personal de miles. Dejemos a un lado la teoría de conspiración y, por una noche, entreguémonos al kayfabe.