La noche del lunes se conmemoró el inicio del movimiento de Independencia en México, con la tradicional ceremonia de El Grito: un acto cívico construido en el siglo XIX para concitar la voluntad de los mexicanos, desde Tijuana hasta Mérida, en torno al mito fundacional nacional que cada vez muestra sus costuras y remiendos con mayor claridad.
La ceremonia de este año, travestida de “histórica”, sólo fue patética: si antes la ceremonia del Grito solía ser lejana a la realidad, ahora le fue por completo ajena; si antes daba la nota ligera a partir de una estética pretenciosa, ahora lo hizo a partir de una estética cutre; si antes bastaba la alusión a los próceres del panteón mítico construido por la SEP, ahora los guionistas de palacio nacional debieron sacar del fondo del armario a media docena de mujeres, para poder apuntalar su relato de pretendida trascendencia: la puesta en escena ya no da más.
Las nociones nacionales son abstractas, por lo que sus ritos litúrgicos requieren anclajes forzados: personajes y relatos sobresimplificados que aterricen esas nociones entre las masas, para construir un espacio de entendimiento común que permita cohesionar lo diverso en forma útil, y su éxito depende de cuánto se correspondan con la realidad: este fue siempre el reto de la ceremonia del Grito y esta ha sido su gran derrota este año y, previsiblemente, lo será en los años por venir.
No es culpa absoluta de la señora que cobra como presidente ni de su staff, y ni siquiera del régimen al cual pertenece y que lleva siete años demoliendo lo que nos era útil: son criminalmente ambiciosos, torpes e indolentes, pero también sucede que han llegado a la fiesta cuando las luces se están apagando; podrían ser mucho mejores y aun así les alcanzaría para poco: el concepto en que existen, la Nación, se ha diluido aquí y en el resto del mundo.
La explosión de discursos hiperespecializados que detonó el internet móvil ha liquidado a lo nacional como concepto útil: no hay país que logre satisfacer al menos en lo mínimo a suficientes habitantes; sus mecanismos decisorios son débiles y las nociones en que se basa (“patria”, “independencia”, “libertad”) han quedado sepultadas bajo otras, más concretas, cuyo derrumbe ha sucedido con claridad en el ambiente local: seguridad, empleo, salud, educación.
La triste ceremonia del lunes, protagonizada por una presidente acorralada, es síntoma y consecuencia de las tensiones internas y externas que vive México hace más de 20 años, y que ha tratado de gestionar en forma simplona cuando su apuesta no ha sido ignorarlas.
Lo que conocemos como “México” nunca tuvo una base sólida para existir: enorme, profundamente diverso, con una historia común narrada a punta de sobresaltos, se mantuvo unido (pero no siemprecohesionado) a partir de una mezcla de relatos épicos y coerción oficial; cuando esta se debilitó debido a la dinámica mundial de integración en el último cuarto del siglo XX, los relatos quedaron exhibidos como lo que siempre fueron: verdades a medias para inspirar a niños de ocho años; poco más.
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Así pues, si la ceremonia del Grito este año le dejó a usted un regusto amargo, revise las razones para ello; quizá descubra que quien se quedó muy corto no fue la presidente, ni el régimen al que representa, ni los organizadores de la ceremonia: el que ya se quedó muy corto es “México”.
CAMPANILLEO
El himno nacional fue compuesto a iniciativa del Ministerio de Fomento, COLONIZACIÓN, Industria y Comercio, de un presidente malapaga.