Opinión

Mirar con Empatía

Columnista Laura Aguilar.
Columnista Laura Aguilar. /Cortesía.

Porque la verdadera inclusión no comienza en los discursos, sino en la forma en que elegimos mirar al otro.

Hay momentos en los que el mundo se mueve tan rápido, que se nos olvida mirar. Mirar de verdad. No solo ver, sino detenernos un segundo y reconocer a quien tenemos enfrente. Ahí, justo en esa pausa, empieza la inclusión.

Cada día cruzamos con personas que viven con alguna discapacidad. Algunas las notamos de inmediato —una silla de ruedas, un bastón, un intérprete de lengua de señas—, y otras no se ven: niños con autismo, jóvenes con dislexia, adultos con pérdida auditiva o emocional. Detrás de cada rostro hay una historia, una familia, una lucha… y un deseo tan simple como profundo: ser tratados con respeto.

Según datos del INEGI, más de 20 millones de personas en México viven con alguna discapacidad o limitación funcional. Es decir, una de cada seis. Sin embargo, seguimos siendo un país donde la empatía a veces se tropieza con la indiferencia. Rampas que no llevan a ningún lado, escuelas sin maestros capacitados, empresas que cierran puertas y miradas que se desvían por incomodidad o miedo.

En Querétaro, algo distinto está pasando. Aquí, la inclusión comienza a sentirse no solo como política pública, sino como cultura ciudadana. Con el Censo “Mil Colores”, por primera vez se mapeó cuántas personas con discapacidad hay, dónde viven y qué tipo de apoyo requieren. Ese paso permitió abrir aulas de apoyo, capacitar a más de 1,200 docentes y adaptar casi la mitad de las escuelas del estado. Y aunque falta camino, el avance es tangible, visible, humano.


Pero más allá de las cifras, la verdadera transformación ocurre todos los días, en lo pequeño. En el padre que aprende lengua de señas para hablar con su hijo. En la niña que juega sin preguntar por qué su compañero camina distinto. En la maestra que adapta una clase para que todos participen. En la persona que, al ver a alguien diferente, decide no apartar la mirada, sino sonreír.

La inclusión se trata de compartir espacio con igualdad y dignidad. No es un favor, es un derecho. Y también una responsabilidad de todos: de quienes diseñan políticas, de quienes enseñan, de quienes conducen, de quienes observan.

En Querétaro, ya hay señales de ese cambio. Empresas que contratan talento diverso, universidades que ofrecen clases accesibles, familias que crean redes de apoyo. Son pequeñas revoluciones silenciosas que, sin hacer ruido, están cambiando el tejido social.

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Ser inclusivo no es solo tener empatía, es actuar desde ella. Es entender que una persona con discapacidad no necesita compasión, sino oportunidades. Que no requiere lástima, sino respeto. Que no busca que le digamos “pobrecito”, sino que le abramos espacio, literal y simbólicamente, para poder estar, aprender, trabajar y vivir como cualquier otra.

Este es el llamado: a mirar distinto, a educar con empatía y a construir comunidades donde cada persona, sin importar su condición, se sienta vista, bienvenida y valiosa.

Porque la verdadera inclusión no empieza en una ley ni en un programa. Empieza en nosotros.En cómo miramos, en cómo hablamos, en cómo elegimos convivir.Empieza en los ojos de quien mira con empatía.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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