Hay frases que suenan tan contundentes que terminamos aceptándolas sin pensar. Una de las más repetidas es: “Yo soy responsable de lo que digo, no de lo que tú entiendas.”Tiene aire de sabiduría práctica, pero cuando la miramos desde la comunicación y la persuasión, deja de ser tan cierta.
Quien comunica no solo emite palabras, también construye significados. Y ahí empieza la responsabilidad. Si mi mensaje genera confusión, interpretaciones opuestas o reacciones que no esperaba, no puedo simplemente culpar al otro por “no haber entendido”. Tal vez no supe decirlo con claridad, tal vez dejé vacíos, ambigüedades o intenciones disfrazadas. Porque, seamos honestos: muchas veces se usa esa frase como escudo para ocultar una falta de precisión… o de transparencia.
En comunicación - especialmente cuando hay intención persuasiva - no basta con hablar, hay que hacerse entender. No basta con escribir, hay que prever cómo será interpretado. Si un comunicado oficial, una declaración o una publicación requieren luego una “aclaración”, el problema no está en quien interpreta, sino en quien no comunicó bien.
Cuando alguien dice “lo que quise decir fue…”, el daño ya está hecho: la claridad se perdió y la confianza también.Por eso, sí somos responsables de lo que decimos y de lo que los demás entienden, porque comunicar no es lanzar palabras al aire, sino generar comprensión.
Si el otro no entiende lo que digo, no comunico… confundo.Y cuando la comunicación se confunde, todo lo demás también.Y como puedes ver, - en lo que dices, escribes, haces o en cómo proyectas tus emociones - Todo Comunica.

