Opinión

La furia dispersa

Clara Brugada responsabiliza a grupos conservadores por violencia en la Marcha de la Generación Z
Marcha Generación Z Imagen de X: @Rocha4T

El sábado se llevó a cabo la “Marcha de la Gen Z” en la Ciudad de México y una docena de ciudades en diversos estados. Convocó a centenas de miles de personas (o decenas, si se cree la versión oficial) y concluyó con manifestantes que fueron detenidos y golpeados por el gobierno “más humanista de la historia”.

Las redes sociales y algunos medios tradicionales mostraron testimonios ciudadanos durante la marcha: mujeres y hombres de todas las edades diciendo a la cámara cuán hartos están de las omisiones del régimen guinda; estudiantes avisando que no tolerarán más inseguridad; madres buscadoras que no se cansan de cavar, pero sí de ser amenazadas; microempresarios que exigen cesen las extorsiones; personal de salud que, desesperado, pide resolver el horrible desabasto en los hospitales públicos. Todo, orgánico; dolorosamente real.

En el gobierno federal reaccionaron con mucho ardor: el régimen guinda es muy torpe cuando no es quien plantea la discusión pública y, en esta ocasión, la sociedad civil y los grupos de interés detrás de la marcha (que los debe haber y a nadie debería espantar) le ganaron la narrativa. La respuesta del supuesto gobierno de Claudia Sheinbaum fue tardía, lejana y violenta con la sociedad que dice representar; su maquinaria en redes sociales lució desajustada y sin combustible, tratando de alcanzar la conversación entre el gran público sin conseguirlo. Lo hicieron mal.

En la sociedad, sin embargo, no lo hicimos mejor: ni con el mensaje expreso de la marcha ni con la conversación posterior. Faltó consistencia en el primero y enfoque en la segunda. El hartazgo que cruza transversalmente todos los segmentos poblacionales (género, edad, ingreso, educación) y que ocupó las pantallas durante la marcha, no logró colocar un solo mensaje o consigna memorable en la conversación pública; la discusión posterior, como es la triste costumbre en las redes sociales, corrió a orbitar el discurso oficial en un estéril e innecesario esfuerzo por desmentir sus datos, su posicionamiento y su falta de madre.


A la justa y digna furia social en México le falta, pues, estructura; tarea compleja que, hay que decirlo, no parece que alguien capaz y con credibilidad quiera tomar. Los partidos políticos de oposición naufragan sin remedio pues son su propio lastre; personajes pretendidamente ciudadanos que surgieron en 2024, se desdibujaron en 2025 por torpes o por ser comparsas prepago. No hay un liderazgo a la vista.

¿Cómo resolver esa carencia? Se requiere una sociedad más enfocada, capaz de apreciar liderazgos útiles más allá de los membretes y las poses, y el lugar para construirla es el ambiente local. Ese enfoque exige inteligencia, paciencia, prudencia y consistencia. ¿Cuántos mexicanos son capaces de ejercer esos atributos? Pronto lo sabremos.

El hartazgo que vimos en la “Marcha de la Gen Z” se sufre en lo local; ahí se aterriza con precisión, se diferencia de una región a otra, se entiende con claridad y se identifican soluciones expeditas. Ahí, pues, hay que trabajar. Una marcha nacional es un mensaje poderoso que se construye sumando fenómenos locales con orden y tino; es la conclusión de un proceso amplio, con texturas, que encuentra un común denominador para aglutinar voluntades en contra de un enemigo común. Los liderazgos locales, entonces, serán el semillero para obtener un liderazgo nacional. No puede ser al revés.

CAMPANILLEO

El baluarte de este régimen es el centralismo; para derrotarlo, se debe jugar con otras reglas.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

       

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