“El límite de nuestra comprensión es el límite de nuestras palabras.” Esta frase, tan simple, encierra la causa principal de la mayoría de los conflictos y malentendidos en nuestra vida diaria, profesional y política.
Hace muchos años, Gabriel, un buen amigo y profesor universitario, me hizo una pregunta que se ha quedado como un mantra en mi vida:“¿Qué entiendes… por entiendes?”
No es una pregunta semántica, es una llamada a la alineación conceptual. Discutimos, negociamos, planeamos o decidimos sobre ideas que creemos compartidas, cuando en realidad cada persona opera desde una definición interna distinta. Creemos que coincidimos, pero solo usamos las mismas palabras. Y eso, por sí mismo, no garantiza el mismo significado ni la misma dirección. Ahí reside la raíz de las discrepancias: en la ausencia de un concepto base compartido.
Piensa en el día a día:
✓ Cuando un líder de empresa exige “rápido”, ¿es para mañana, para el fin de semana o implica detener otras tareas?
✓ Cuando en política se habla de “compromiso”, ¿es cumplir la ley al mínimo o ir más allá por el beneficio social?
✓ Cuando en casa alguien dice “orden”, ¿es impecable y estético o simplemente funcional?
Parecen meros detalles, pero la comunicación falla no cuando no logramos hablar, sino cuando asumimos que la idea base ya está clara. Y lo curioso es que casi nunca lo está. La inteligencia no radica en la complejidad, sino en la claridad.
Por eso, entender no es solo escuchar y comprender palabras. Entender es asegurarnos de que compartimos el mismo concepto, la misma idea base, la misma referencia; que estamos parados en el mismo piso antes de construir. Porque si cada quien opera desde definiciones distintas, la conversación deja de ser diálogo y se convierte en fricción. No porque haya mala intención, sino porque no hay alineación.
Un equipo, una pareja, una negociación o un proyecto funcionan mejor cuando todos entienden lo mismo, no cuando todos creen que ya entendieron.
La próxima vez que estés en una conversación importante, prueba una frase poderosa, simple y transformadora: “Antes de avanzar… ¿podemos asegurarnos de que entendemos esto igual?”
Ese acto pequeño evita discusiones inútiles, acelera resultados y fortalece relaciones. Porque cuando compartimos significado, compartimos dirección. Y cuando compartimos dirección, avanzamos.
Así de simple. Así de profundo. Todo Comunica.

