Opinión

Mujeres que transforman

Columnista Laura Aguilar.
Columnista Laura Aguilar. /Cortesía.

En muchas colonias de la Zona Metropolitana, hay mujeres que trabajan horas enteras sin recibir un ingreso que refleje realmente su esfuerzo. Antes de capacitarse, la mayoría obtiene ingresos bajos y poco constantes, moviéndose entre trabajos ocasionales o ventas informales que apenas alcanzan para cubrir lo más urgente. Vivir con esa incertidumbre desgasta, limita y, muchas veces, hace que el futuro se vea demasiado lejano.

Cuando una mujer entra a un taller para aprender un oficio, lo que cambia no es solo su habilidad. Cambia su seguridad. Cambia la manera en la que se mira a sí misma. De pronto descubre que puede producir algo de calidad con sus manos, algo que otras personas quieren comprar. Y eso, por sí mismo, ya es un giro enorme. Muchas mujeres pasan de ganar casi nada a duplicar o triplicar sus ingresos en pocos meses. Esa diferencia les permite respirar con más tranquilidad, comprar lo que antes se posponía, invertir en sus hijos y recuperar el control de su vida diaria.

La capacitación abre una puerta económica real. Una mujer que aprende a elaborar jabones, repostería, velas, conservas o cualquier otro producto artesanal no solo adquiere una técnica: adquiere una oportunidad. Puede emprender desde su casa, manejar sus tiempos y generar ingresos sin depender de un horario rígido, un transporte costoso o un empleo incierto. Esto mejora su economía, pero también su autoestima y la forma en la que se relaciona con su comunidad.

Y ese es el punto clave: cuando una mujer empieza a producir, el consumo local se fortalece. Un emprendimiento que nace en una cocina o en una pequeña mesa de trabajo necesita insumos, empaques, ingredientes, herramientas. Todo eso se compra cerca, en la colonia, en comercios familiares, en tianguis y mercados. El dinero deja de salir del barrio y comienza a circular entre las personas que viven ahí mismo. Además, sus primeras clientas suelen ser otras mujeres: vecinas, amigas, compañeras. Cada compra sostiene un negocio, pero también sostiene un hogar.


La capacitación genera un ciclo positivo:

una mujer aprende,

produce,

vende,

gana más,

consume en su barrio,

y activa la economía local.

No es teoría. Es algo que ya ocurre. Las mujeres que se capacitan se convierten en ejemplo para otras, forman redes, se recomiendan trabajo y crean un ambiente donde el talento se reconoce y se multiplica. Donde antes había duda, empieza a haber confianza. Donde antes había necesidad, empieza a haber independencia.

Por eso, hablar de capacitación no es hablar de cursos. Es hablar de movilidad social, de dignidad, de oportunidades reales. Es ver cómo una habilidad sencilla puede convertirse en el motor de un hogar. Y es entender que, cuando muchas mujeres avanzan al mismo tiempo, toda la comunidad avanza con ellas.

Mujeres que transforman no es solo un título. Es lo que está pasando todos los días en Querétaro: mujeres que se preparan, que emprenden y que, al hacerlo, fortalecen a todo su entorno. Aquí empieza el cambio: en sus manos, en su aprendizaje y en la fuerza con la que deciden levantarse.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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