Gobernar nunca ha sido solo decidir. Pero hoy, menos que nunca, alcanza con hacer. La política contemporánea vive atrapada en una tensión constante entre la acción y la historia que se cuenta, entre la decisión tomada y la comunicación que la sostiene. Cuando una de esas dos partes falla, el poder se vuelve frágil, incluso si la intención era correcta.
En muchos contextos, gobernar se ha vuelto una carrera de ejecución. Resolver, avanzar, cumplir. El problema aparece cuando esas decisiones no se traducen. Hacer sin comunicar desgasta. Genera distancia. Deja al ciudadano frente a un resultado que no termina de comprender y por lo tanto, difícilmente puede defender.
Y por otro lado está la tentación de explicar sin sostener. Mucho discurso, mucha narrativa, mucha presencia, pero pocas decisiones de fondo. Ahí la comunicación se vacía y la política pierde credibilidad.
El verdadero desafío está en el equilibrio. Hacer, explicar y sostener, tienen que ser parte de un mismo proceso. Hay ejercicios de gobierno como el de nuestro estado que entiende esta lógica. No porque comuniquen más, sino porque comunican mejor. No porque exhiban cada decisión, sino porque acompañan el hacer con contexto, con explicación y con continuidad. Ahí es cuando el ciudadano percibe la política como un proceso ordenado.
En ese punto, la comunicación se vuelve estructura. Y es que el fin no es convencer, sino hacer comprensible lo que pasa. No de imponer una narrativa, sino de sostenerla en el tiempo. Gobernar también es ayudar a que las decisiones tengan sentido para quienes las viven.
Al final, el poder no se mide solo por lo que se hace, sino por lo que logra mantenerse. Y sostener, en política, es una tarea de disciplina que lleva método, coherencia y paciencia. En filigrana…De hoy en ocho es Navidad. Y quizá, entre balances, prisas y pendientes, convenga recordar que no todo se decide al instante, hay decisiones que piden pausa.Felices fiestas.