No fue una gran discusión lo que rompió la relación. Fue algo mucho más común: una conversación que nunca ocurrió.
La columna pasada generó algo que valoro mucho: conversación. Hubo rebote de ideas, opiniones encontradas, incluso debate. Y eso me confirmó que el tema no se agotó. Por esa razón decidí continuar en la misma línea, ampliando este gran asunto que solemos llamar “problemas de comunicación”, pero que en realidad son situaciones que vivimos cientos de personas todos los días, en casa, en el trabajo, con amigos o con la familia.
Muchas relaciones no se rompen por un gran conflicto. Se rompen por uno pequeño que nunca se habló. Un comentario incómodo, una actitud que no entendimos, una diferencia mínima que se guardó “para después”. Y ese después, casi siempre, nunca llega.
Al inicio parece irrelevante. Pensamos que no vale la pena decirlo, que mejor dejamos pasar. Pero lo que no se habla no desaparece. Se queda. Se acumula. Y con el tiempo se transforma en distancia, frialdad o enojo silencioso.
Hemos confundido madurez con aguante. Creemos que callar es ser prudente, cuando muchas veces es solo postergar una conversación necesaria. Evitar no es resolver. Resolver implica hablar, analizar, escuchar y, sobre todo, tener la intención real de aclarar.
Porque hablar no es solo poner palabras sobre la mesa. Es imprimir emoción. Es demostrar ganas de entender, de acercarse, de resolver. Es meter razón, sí, pero también corazón. Sin eso, la conversación se vuelve fría, defensiva o mecánica.
Cuando finalmente el conflicto estalla, solemos decir: “esto ya venía de tiempo atrás”. Y es verdad. Venía desde el primer momento en que no se dijo nada.
No todos los desacuerdos tienen solución, pero muchos tendrían un final distinto si se hablaran cuando aún eran pequeños. Cuando todavía había espacio para explicar, para corregir, para ajustar el rumbo.
A veces no perdemos relaciones por problemas grandes, sino por silencios prolongados. Por no decir lo que sentíamos cuando aún era fácil decirlo.
Porque incluso los problemas pequeños, cuando no se hablan, terminan comunicando algo mucho más grande.
Y como siempre, Todo Comunica.

