En la sociedad mexicana contemporánea, la Navidad de alguna forma sigue ocupando un lugar central. En un contexto marcado por el avance del relativismo cultural y los procesos de secularización, esta celebración se encuentra tensionada entre su significado religioso original, su dimensión cultural y su apropiación comercial. Sin embargo, lejos de desaparecer, la Navidad se resignifica y mantiene su vigencia como referente ético, simbólico y social.
El relativismo, ha impactado profundamente en la manera en que se viven las tradiciones religiosas. Para amplios sectores de la población, la Navidad ya no se vincula necesariamente con el nacimiento de Cristo, sino con nociones más amplias y difusas como “energía positiva”, “buenos deseos” o “espíritu de paz”. Esta reinterpretación, aunque diluye su contenido teológico, revela una búsqueda persistente de sentido para nuestra sociedad.
Por su parte, la secularización ha desplazado lo religioso del espacio público hacia el ámbito privado. En México, un país históricamente católico, este fenómeno no ha significado la desaparición de la fe, sino su transformación. Las posadas, los nacimientos y las celebraciones familiares siguen vigentes, pero muchas veces, se viven más como expresiones culturales e identitarias que como actos de fe consciente. Aun así, estos rituales continúan cumpliendo una función social clave: generar cohesión, memoria compartida y sentido de pertenencia.
Paradójicamente, en un entorno secularizado, la Navidad conserva una fuerza simbólica singular. La remembranza del niño nacido en la pobreza de un pesebre, acogido por pastores, interpela de manera directa a una sociedad profundamente desigual. Incluso para quienes no se reconocen creyentes, esta conmemoración funciona como una crítica silenciosa a las manifestaciones de exclusión, a nuestroindividualismo extremo y a la indiferencia social. En ese sentido, la Navidad opera como un lenguaje ético común, capaz de atravesar creencias diversas.
No obstante, el riesgo de vaciamiento es real. La lógica mercadológica que alienta las sensaciones de bienestar a través del consumo, reforzada por el relativismo, tiende a reducir la Navidad a una experiencia emocional momentánea, desvinculada de compromisos duraderos.
La vigencia de la Navidad en nuestra sociedad requiere, además de recuperar su más profundo sentido religioso, también necesitareconquistar el núcleo humanista de la celebración, es decir, reconocer la dignidad de la persona, la centralidad del otro y la responsabilidad comunitaria.
En un país herido por la violencia y la desigualdad, la Navidad sigue ofreciéndonos una oportunidad, cada vez más contracultural, para afirmar que no todo es relativo y que la esperanza, cuando se comparte, puede convertirse en una poderosa fuerza social transformadora.
Amable lector, deseo para usted y su familia una muy ¡Feliz Navidad y próspero 2026! Agradeciendo como siempre su opinión y comentarios en mi cuenta de X @EUribarren

