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75 años de la Colección Nacional de Equinodermos o estrellas de mar

Las estrellas de mar son adornos que se compran en algún mercado cerca de la playa y después forman parte de la decoración de la casa. Es difícil imaginar que tengan algo en común con los pepinos de mar, cuyas gónadas se enfrascan y se comen en los países asiáticos, pero ambos son equinodermos y, gracias a la labor iniciada por la doctora María Elena Caso, ahora México cuenta con una vasta colección.

“Piel con espinas” es lo que significa equinodermo desde su raíz etimológica. Este grupo taxonómico se caracteriza por tener un esqueleto formado por placas con púas sobre la piel e incluye cinco clases de seres vivos: las estrellas de mar, las oficinas, los erizos de mar, las margaritas de mar y los pepinos de mar. 

Los primeros registros de equinodermos de aguas profundas se obtuvieron en el siglo XIX gracias a las exploraciones realizadas por los buques de investigación Challenger y Albatross. La doctora María Elena Caso Muñoz inició hace 75 años la Colección Nacional de Equinodermos en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM. 

El doctor Francisco Alonso Solís Marín, investigador del ICML de la UNAM, es el actual encargado de esta colección. Asegura que gracias a que se ha dado seguimiento al trabajo de la doctora Caso, hoy en día es un referente internacional para consultar, comparar y estudiar a los equinodermos: “Es una biblioteca de la biodiversidad”.

Los equinodermos son una fuente importante de ingresos económicos para México. Anualmente se exportan alrededor de mil 200 toneladas de pepinos de mar a China y otros países asiáticos, destinados para el consumo humano.

Los erizos de mar también son populares en diferentes partes del mundo, porque son un alimento libre de grasa, con pocas calorías y que aportan gran cantidad de proteínas. En Chile, por ejemplo, se enlatan sus gónadas para comercializarlas; en las islas del Pacífico se hierven y posteriormente se ingiere el jugo que se genera en su interior. 

Su alto contenido de yodo y hierro se ha relacionado con el tratamiento de problemas del estómago y la prevención de padecimientos como la anemia, aunque nada de esto se ha comprobado. Según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), su exportación legal a Estados Unidos tuvo un valor de un millón 268 mil, 269 dólares en 2009. 

La demanda internacional de equinodermos ha propiciado que se vendan en el “mercado negro”. Su comercialización ilegal, además de la explotación de su hábitat con fines turísticos, representan los mayores peligros para su supervivencia.

Cuevas subterráneas de Cozumel. Un tesoro para recolectores de estrellas

La Colección Nacional de Equinodermos “María Elena Caso Muñoz” es un archivo sumamente valioso para el estudio, consulta y conservación del fascinante grupo taxonómico que constituyen los equinodermos. Es la única en México y la más importante en América Latina y ha recibido donaciones de países como Canadá, Brasil y Chile, además de los especímenes capturados por científicos mexicanos.

Uno de los nuevos ejemplares es la primera estrella de mar cavernícola que se conoce, recientemente encontrada en Cozumel. El sistema de cuevas en el que vive está en peligro. El doctor Solís advierte que la presión hotelera derivada del turismo en la isla afecta el equilibrio biológico de las cuevas que están debajo: por ejemplo, los químicos utilizados para mantener los campos de golf verdes, al filtrarse, cambian el pH del agua y podrían provocar el colapso de las cuevas.

La doctora María Elena Caso

Vida dedicada al conocimiento

María Elena Caso Muñoz fue hija del maestro Antonio Caso Andrade y de Josefina Muñoz de Caso. Creció rodeada por intelectuales de la época como José Vasconcelos y Alfonso Reyes.

Bióloga destacada

Inició la licenciatura en Ciencias Biológicas en 1937. El doctor Enrique Rioja lo Bianco, fue su mentor y la impulsó a emprender el estudio de los equinodermos.

Rompiendo esquemas

La doctora Caso recolectaba equinodermos, vistiendo pantalones, sin bucear y sin el traje de baño requerido para la labor. Las costumbres de la época nunca impidieron su trabajo.

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