En la zona de Coacalco, Estado de México, justo a espaldas de la Sierra de Guadalupe, varios vecinos aseguran haber presenciado fenómenos extraños durante la noche en días recientes. Entre los relatos más comunes destacan las “bolas de fuego” que surcan el cielo en las partes más altas de la montaña, acompañadas de lamentos, sombras y ruidos inexplicables.
“Nosotros vivimos aquí desde hace más de 30 años y las famosas lechuzas, los ruidos y las luces son reales”, comenta una vecina. Otro habitante afirma: “Sí, hemos visto esas bolitas de fuego, sobre todo después de las once de la noche. Se escuchan ruidos raros y en algunas zonas parece que hacen rituales”, relató en entrevista para N+.
Estos testimonios coinciden con una leyenda muy arraigada en el folclore mexicano, que sostiene que estas bolas de fuego no son otra cosa que brujas transformadas.
Una leyenda que arde en la tradición mexicana
Según la tradición oral, presente en regiones como Puebla, Veracruz, Hidalgo y el Valle de México, las brujas se reúnen en cerros o lugares apartados, donde se despojan de sus extremidades humanas y adoptan formas animales o aladas. Al despegar en la noche, su cuerpo se convierte en una bola de fuego luminosa, visible desde kilómetros.
Se les atribuyen prácticas oscuras, como succionar la sangre de bebés para mantenerse jóvenes o cumplir con pactos sobrenaturales. Por generaciones, la gente ha usado tijeras en forma de cruz, agua bendita y rezos para protegerse de estos seres.
Algunos relatos prehispánicos vinculan estas figuras con deidades como Mometzcopinqui, una hechicera azteca que también se transformaba para realizar sus hechizos, idea que más tarde se mezcló con mitos europeos.
¿Brujas o fenómenos naturales?
Aunque la tradición persiste, la ciencia sugiere otras explicaciones: rayos globulares, fuegos fatuos por gases en zonas húmedas, o incluso drones y luces artificiales. No obstante, en comunidades como Coacalco, la creencia se mantiene viva, reforzada por experiencias personales y el misterio que envuelve la Sierra de Guadalupe.
Para muchos, lo que se ve en el cielo no es sólo un fenómeno físico, sino una parte viva del patrimonio oral y cultural de México, porque de los lamentos y ruidos extraños nadie ha dado una explicación científica.