Aunque México atraviesa por múltiples problemáticas, desde violencia estructural hasta escándalos de corrupción, uno de los temas más comentados en redes y en las conversaciones cotidianas es el reality show La Casa de los Famosos. Para algunos es escapismo; para otros, una distracción. Pero según la tiktoker Mariana Valle, el éxito del programa responde a razones más profundas y estructurales.
“La Casa de los Famosos no es sólo un reality, es un producto cultural pensado al detalle para que se vuelva parte de nuestra vida diaria”, explica en un video ampliamente compartido. Valle sostiene que el formato está diseñado para activar procesos psicológicos como la identificación y la proyección: “No sólo observamos a los participantes, nos vemos en ellos… y eso nos hace elegir bandos”.
El casting, señala, no es al azar. Cada personaje representa un arquetipo reconocible: el líder carismático, la estratega calculadora, el tierno, el polémico. Como en una tragedia griega, cada historia está cargada de conflicto, tensión y catarsis. La estructura permite al espectador involucrarse emocionalmente y participar activamente, ya sea votando, comentando, o creando contenido.
Un laboratorio emocional y un simulador de polarización
El encierro, la competencia y la exposición constante intensifican los vínculos y las emociones. “El resultado es un laboratorio de comportamiento humano con cámaras encendidas 24/7”, dice Valle. Pero no todo lo que ocurre se ve igual: la edición televisiva genera narrativas paralelas que provocan lecturas distintas. “Un mismo participante puede ser villano en la gala y víctima para quienes ven la transmisión continua”.
Más allá del entretenimiento, Valle subraya el papel social del reality: “En un entorno saturado de malas noticias… la casa ofrece un campo seguro para sentir, debatir y polarizarnos”. Es un “simulador emocional” que permite a la audiencia canalizar tensiones reales en un entorno acotado y sin consecuencias directas. Como señala, este patrón no es nuevo; en tiempos de crisis, la historia muestra que las sociedades han recurrido a espectáculos colectivos para sobrellevar el malestar.
La teoría de la agenda setting también entra en juego: los medios no dicen qué pensar, pero sí sobre qué pensar. Mientras millones debaten sobre estrategias dentro de la casa, otros temas urgentes como reformas políticas, feminicidios o crisis ambientales quedan en segundo plano.
“No es que esté mal verlo o disfrutarlo… pero entender por qué nos atrapa y por qué es útil para el sistema es entender algo mucho más grande”, concluye Valle. La Casa de los Famosos, dice, es un punto de encuentro emocional que nos une y nos divide a la vez, moldeando la conversación nacional tanto como cualquier otro evento político.