Todo comenzó con la profecía maya del 21 de diciembre de 2012, fecha que marcaba el final del 13.º b’ak’tun en el calendario de cuenta larga. Muchos interpretaron erróneamente este evento como una predicción apocalíptica. En realidad, los mayas lo concebían como el cierre de un ciclo, una especie de cambio de era, no como el fin de la humanidad.
Arqueólogos y expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han reiterado que “no existe ninguna inscripción maya que hable del fin del mundo”. Sin embargo, libros como El calendario maya de José Argüelles y películas como 2012, de Roland Emmerich, encendieron la chispa de la paranoia global.
Pero el verdadero giro llegó después: cuando internet comenzó a llenarse de una idea más extraña y perturbadora, que el mundo realmente terminó en 2012, y que desde entonces vivimos en una simulación o realidad alterna sin darnos cuenta.
Las señales de un mundo simulado
Los defensores de esta teoría argumentan que algo cambió drásticamente a partir del año en cuestión.
“El tiempo se siente más rápido desde entonces”, dicen unos. Otros aseguran que “la realidad parece falsa, como un sueño”. En foros de Reddit o TikTok abundan videos que supuestamente muestran “glitches en la matrix”: objetos que cambian de lugar, sombras imposibles, o personas que desaparecen del cuadro por fracciones de segundo.
Algunos vinculan este supuesto “reinicio de la realidad” con la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) y la activación del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) en 2012, argumentando que el experimento pudo alterar el tejido del universo. También circula la idea de que los mayas ascendieron al siguiente ciclo y que nosotros quedamos atrapados en una especie de limbo digital.
Sin embargo, todas estas afirmaciones carecen de respaldo empírico. Los científicos explican que la sensación de que “el tiempo pasa más rápido” es un fenómeno psicológico relacionado con la edad y la sobreexposición a estímulos digitales. Las supuestas “fallas en la matrix” son errores de percepción, manipulación de videos o simples pareidolias.
La ciencia desmonta el mito
La NASA publicó numerosos comunicados antes y después de 2012 asegurando que “no había ninguna evidencia de una catástrofe cósmica ni de un cambio planetario inminente”. No hubo alineación galáctica, ni tormenta solar destructiva, ni inversión de polos. De hecho, el Sol se encontraba en su mínimo de actividad.
El LHC, lejos de “romper la realidad”, opera desde 2008 con experimentos controlados que no tienen la capacidad de alterar la estructura del universo. Y respecto a los mayas, los historiadores recuerdan que su civilización colapsó siglos antes, por factores ambientales y bélicos, no por misterios cósmicos.
¿Por qué seguimos creyendo?
Entonces, ¿por qué esta teoría sigue viva? La respuesta parece estar en nuestra mente y en nuestros algoritmos. El llamado efecto Mandela, cuando recordamos colectivamente cosas que nunca ocurrieron, la ansiedad existencial y el auge del contenido sensacionalista en redes han mantenido la idea flotando.
Frases como “¿Te has dado cuenta de que desde 2012 todo es raro?” se comparten sin verificar, alimentando la duda. En un mundo cada vez más digital y caótico, creer que vivimos en una simulación puede resultar, paradójicamente, más reconfortante que aceptar la simple incertidumbre de la realidad.

