Históricamente, el Gran Premio de México ha visto desfilar a los mejores pilotos del mundo de Fórmula Uno, uno de ellos, el histórico Michael Schumacher.
La historia de éxitos del alemán comenzó precisamente en México, en la carrera de la temporada de 1992 cuando se subió por primera vez a un podio acompañando al equipo Benetton. Tiempo después se convertiría en siete veces campeón del mundo.
El 22 de marzo de 1992 el Autódromo Hermanos Rodríguez recibió la segunda carrera de esa temporada tras el inicio en Sudáfrica, y fue el año donde Schumacher se dispuso a demostrar su real valía.
Tras un cuarto lugar en el autódromo de Kyalami, “Schumi” arribó a México con grandes expectativas y así lo demostró al conseguir el tercer lugar y subir por primera vez a un podio de Fórmula Uno.
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El ganador de esa carrera fue Nigel Mansell y como segundo entró Riccardo Patrese, los dos del equipo Williams.
Michael arrancó en el tercer cajón de la parrilla luego de una brillante calificación que le colocó delante del McLaren de Ayrton Senna y sólo por detrás de los Williams de Mansell y Patrese. El brasileño lo superó en las primeras curvas, pero tuvo que abandonar tras 11 vueltas debido a problemas en la transmisión, dejando el camino libre a Schumacher.
El alemán no colocó una sola rueda mal en el trazado del Hermanos Rodríguez y brilló en un Gran Premio recordado por la gran cantidad de abandonos (13 de 26 monoplazas).
Mansell finalizó al frente con un tiempo de 1:31:53.587 horas, con Patrese a 12.9 segundos y Schumacher a 21.4 segundos, pero la clase mostrada por el piloto de Benetton fue una gran inyección para los fanáticos de la máxima categoría mundial.
Han pasado 30 años desde esa exhibición de técnica e ímpetu, y aunque obtuvo 154 podios más (incluidas 91 victorias), la alegría de ese festejo –mientras Mansell y Patrese le bañaban con champaña– se presenta como uno de los momentos más icónicos en la historia de los Grandes Premios de México.
