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Carla Simón: Un cine profundamente femenino

Carla Simón se encuentra en uno de esos momentos donde la vida y el cine se entrelazan con una intensidad abrumadora. Embarazada de su segundo hijo, asistió al Festival de Cannes viajando en coche desde Barcelona, acompañada por su pareja y su matrona.

Carla Simón en Cannes
Carla Simón en Cannes

Fueron más de seis horas de trayecto hasta llegar al estreno mundial de ‘Romería’, su tercer largometraje y quizás el más íntimo de todos. El cuerpo de Carla Simón estaba allí, sí, pero su verdadero lenguaje —la mirada, la palabra, el recuerdo— lo llenaba todo. Al terminar, recibió 11 minutos de aplausos que la colocan entre las favoritas a llevarse la Palma de Oro.

La maternidad no es un paréntesis en su carrera, sino parte de su propio lenguaje cinematográfico. “Es difícil equilibrar la creación con la crianza. Pero también es hermoso. Filmar es dar vida a algo. Y parir, también. No me parece una coincidencia”, ha dicho en el Festival. Y así como en su corto ‘Carta a mi madre para mi hijo’ imaginó un diálogo imposible entre su madre fallecida y el hijo que estaba a punto de nacer, ‘Romería’ emerge como una epístola abierta a todo lo que no ha dicho, a las raíces difusas, a la identidad construida entre ausencias. Aunque ‘Romería’ se inspira en hechos reales, Simón es clara. “Hay mucha ficción en la película. Siempre empiezo hablando con mi familia, observando, recolectando recuerdos. Pero llega un momento en que tiene que funcionar como ficción. Inventé muchas cosas para que el guion funcionara”. Y añade: “Incluso los personajes son bastante ficticios. La configuración familiar no es exactamente como la mía”.

Marina, la protagonista, es una joven de 18 años que viaja a Galicia para conocer a la familia de su padre biológico, fallecido de sida cuando ella era apenas una niña. Lo que empieza como una gestión administrativa —obtener la firma necesaria para una beca— se convierte en un viaje emocional, casi arqueológico. A través de sus tíos, tías y abuelos, Marina intenta reconstruir una historia familiar cargada de vergüenza, silencios y contradicciones. Pero pronto descubre que la verdad no es un territorio que se conquista, sino una construcción subjetiva, una colección de fragmentos donde la invención tiene tanto valor como el recuerdo. “Me di cuenta de que nunca podría preguntarles a mis padres la verdad, y aunque estuvieran aquí, no sabría si esas historias serían reales. Así funciona la memoria. Así que decidí inventar lo que necesitaba inventar”.

Galicia como territorio emocional

Rodada en múltiples idiomas —castellano, catalán, gallego y francés— y con un elenco mayoritariamente gallego, Romería encuentra en Galicia mucho más que un escenario. Es un territorio emocional. “La película es sobre memoria e identidad, así que tenía sentido volver a esos lugares. Galicia es un sitio que he visitado muchas veces, siempre en una especie de modo de investigación. Es única, espiritual y visualmente, muy distinta al interior de Cataluña, y ese contraste ayudó mucho a darle forma a la película”. La cámara de Hélène Louvart, una mujer que merece su mención por cómo eleva cada película en la que colabora, —también trabajó en ‘La hija perdida’ y ‘La Quimera’— logra capturar la humedad emocional de los paisajes, la densidad de lo que no se dice, el eco de los recuerdos inventados. El resultado es una película visualmente rica, con una textura onírica que se funde con el realismo emocional característico de Simón.

“Es difícil equilibrar la creación con la crianza. Pero también es hermoso. Filmar es dar vida a algo. Y parir, también. No me parece una coincidencia”.

—  Carla Simón, cineasta

Aunque Romería es una película sobre orígenes, no es una historia de pertenencia sencilla. “Conocí a la familia de mi padre siendo ya adulta, y eran muy distintos al mundo en el que crecí. La película explora lo que significa ser una extranjera dentro de tu propia familia”, admite. Marina, la protagonista, se siente fuera de lugar entre parientes que no terminan de aceptarla, que arrastran culpas y tabúes, y que prefieren no remover demasiado el pasado. Su vínculo más fuerte no es con sus tíos o abuelos, sino con otro “extranjero” dentro de esa casa. El hermano menor, el único que, como ella, no carga con expectativas ni prejuicios. Esa tensión emocional y también de clase introduce un nuevo dinamismo en la narración, más sutil pero igualmente desgarrador.

El diario como refugio para escapar

Uno de los elementos más íntimos del filme es el paralelismo entre la búsqueda de Marina y las cartas reales que la madre de Carla Simón escribió en los años 80. “Eran cartas muy personales, donde hablaba del amor, de las fiestas, de la vida antes del sida. El diario visual de Marina se inspira en eso. Ella empieza filmando espacios vacíos, pero poco a poco comienza a grabar a su nueva familia. Está buscando algo con su cámara. Y, en ese proceso, también empieza a encontrarse a sí misma”. Este gesto de grabar, de mirar y entenderse a través del objetivo, se convierte en metáfora de la necesidad de reconstruirse. Marina no filma para recordar, sino para entender. Para apropiarse de un pasado que no vivió, pero que la define. La estructura del film es episódica, hecha de encuentros con distintos miembros de la familia paterna. Cada conversación ofrece una versión distinta, a veces contradictoria, de lo ocurrido. Esta fragmentación forma parte de la propuesta. “Todo el mundo recuerda las cosas de manera diferente. Cuando investigué mi historia familiar, me di cuenta de que ningún relato coincidía. Eso inspiró la estructura de la película. Marina entiende que quizá nunca conocerá la verdad. Así que la imagina. Y esa libertad, la de inventar tus propios recuerdos para construir tu identidad, es el corazón de Romería”.

El cierre de un ciclo

Aunque no lo planificó como tal, Simón reconoce que con ‘Romería’ cierra un ciclo. “No es una trilogía en sentido estricto, porque no son los mismos personajes, pero para mí sí lo es. Las tres películas hablan de mi familia. Era natural empezar por ahí. Pero ahora quiero mirar en otra dirección. Dejar de molestar a mi familia”, dice sonriendo.

En ‘Estiu’ revivió su infancia huérfana. En ‘Alcarràs’, homenajeó a la familia materna campesina. Y en ‘Romería’, se acerca por primera vez a la figura paterna y al linaje silenciado. Tres películas, tres retratos de afectos complejos, pérdidas prematuras y reconstrucciones personales contadas desde la memoria y su necesidad de sanar su falta de amor. Por eso ‘Romería’ es una cinta sobre la intuición. Sobre cómo lo no dicho puede marcar tanto como lo explícito. Sobre cómo a veces, para entender quiénes somos, hay que inventarse un pasado.

Desde su embarazo, en su octavo mes, Carla Simón observa el mundo con una mirada aún más generosa. Simon puede ganar la Palma de Oro días antes de dar a luz. Pero lo importante es su mensaje: no hay una única manera de ser madre, de ser hija, de ser directora, de ser escritora. Su cine, visceral y contenido, lleno de silencios, es un acto de resistencia contra la culpa, el olvido, y los relatos únicos. Con ‘Romería’, Carla Simón no solo vuelve a Cannes. Vuelve a sí misma. Y desde ahí, desde ese lugar íntimo y valiente, nos invita a todas a hacer lo mismo.

11 minutos

de aplausos recibió en Cannes el estreno de Romería, gran favorita a la Palma de Oro.

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