Marina de Tavira se instaló en un rincón especial de su casa para comenzar la charla con Publimetro. La excusa: subirnos juntas a Un tranvía llamado deseo, obra que sigue su andar por los escenarios y que ahora tendrá paradas en Guadalajara y Monterrey.

Protagonizada por la actriz Marina de Tavira y dirigida por Diego del Río, la puesta ha sido reconocida por su excelencia artística y por la profunda exploración de temas como el machismo, la salud mental y la violencia. Ganadora del Premio Pulitzer de Drama en 1948, se consolidó como un hito en la dramaturgia estadounidense y como modelo del drama psicológico que influiría en generaciones posteriores de dramaturgos y cineastas.
Un tranvía llamado deseo narra la historia de Blanche DuBois, una mujer que llega a Nueva Orleans para vivir con su hermana Stella y su cuñado Stanley. Blanche, que lidia con traumas del pasado y problemas de salud mental, busca apoyo en su hermana, la única familia viva que le queda.
¿Cómo ha sido este paso, desde la temporada en Ciudad de México y ahora con estas funciones en Guadalajara y Monterrey?
— Pues, ya dimos tres temporadas en la Ciudad de México. Exactamente hace un año estábamos en el Teatro Julio Castillo, y con esta obra ha pasado algo impresionante: desde que se estrenó, los boletos se han agotado. La segunda temporada agotó entradas antes de reestrenar y la tercera muy pronto.
Nos dimos cuenta de que podíamos recibir a mucho más público y abrimos secciones del Julio Castillo que no estaban habilitadas al principio. Ha tenido mucho ángel, una hermosa recepción del público, y claro que, después de eso en Ciudad de México, nuestro deseo era compartirlo más allá. Guadalajara es la primera parada, mañana tomamos el vuelo. Estoy emocionada porque estos teatros son bellísimos; los conocí en el Festival de Cine y realmente son espacios únicos. Creo que va a ser el teatro más grande en el que hemos estado hasta ahora.
¿Dónde guardas a Blanche DuBois cuando termina la función?
— Siempre digo que tengo corazón de multifamiliar, ahí voy guardando a mis personajes. Pero este todavía está muy a flor de piel, no lo meto a ningún cajón, porque me toca seguirlo representando. Es un personaje inagotable, y confieso que estoy nerviosa, porque la última vez que lo interpreté fue en el Teatro de la Ciudad, un espacio bellísimo. Siempre me da vértigo volver a tocarle la puerta.
La obra también habla del deseo, la violencia, la vulnerabilidad… ¿qué lecturas actuales puede tener para el público mexicano?
— Lo que define a un clásico es que perdura en el tiempo, y Un tranvía llamado deseo tiene todos los elementos para serlo. Tennessee Williams, al hablar de un pequeño núcleo familiar y de la inserción de una hermana en la vida de pareja, al mismo tiempo estaba hablando de misoginia, homofobia, violencia doméstica, racismo, clasismo… pero sobre todo de incomprensión.
De esa tremenda incomprensión humana que genera soledad, desamparo y dolor. Todos los personajes se sienten incomprendidos y fuera de lugar. Esa sensación de no encontrar un sitio en el mundo es algo con lo que muchas y muchos podemos identificarnos hoy.
También has alzado la voz en temas sociales. ¿Qué te motiva a usar tu voz pública?
— Para mí, ser actriz y hacer teatro es una enorme responsabilidad. Pienso que quienes tenemos la oportunidad de hablar en voz alta —como ustedes, los periodistas— tenemos también una responsabilidad con la realidad y con las demás personas. No vamos a cambiar el mundo del todo, pero sí podemos poner un granito de arena. El teatro puede ser un lugar de remanso, donde nos sintamos comprendidos. Siempre trataré de que las obras y los personajes que elijo sean compatibles con causas urgentes, ya sea desde lo íntimo, lo colectivo, lo político o lo social.

Eres inquieta y siempre buscas nuevos retos. ¿Qué te sorprendería ahora en tu carrera?
— La verdad no lo sé. Me siento muy bendecida por la lluvia de proyectos que me han movido y apasionado. Más que esperar a que llegue algo, acciono, busco textos, me muevo. De hecho, ya estoy trabajando en lo que sigue.
Si miraras hacia atrás, ¿qué consejo le darías a la Marina que apenas comenzaba?
— Tomé decisiones fuertes: me tardé en empezar mi vida profesional porque opté por la formación académica, rechacé proyectos que en la juventud me hubieran puesto rápido en el ojo mediático. Siempre he escogido el camino lento y largo, y no cambiaría nada. Lo único que le diría es que estuviera más tranquila y segura de que esas decisiones me llevarían a un lugar de gratificación en el arte.
Entre anécdotas y playlists
¿Alguna anécdota en la obra que quieras compartir?
— El personaje de Stanley Kowalski, que interpreta Rodrigo Virago, es icónico. Y no sé qué pasa con él, pero todo lo rompe. Ha roto la pared del ensayo, el piso de madera, el baúl, el perfume con el que lo rocío, y hasta sus propias playeras. Le decimos Bam bam, porque vive rompiendo todo, como su personaje.
¿Y qué música escuchas para relajarte o conectar con Blanche?
— Me gustan casi todos los géneros. Suelo hacer listas de música para los personajes que interpreto. Con El tranvía… empezó con blues y jazz de Nueva Orleans de 1947, pero ya incluye a Chavela Vargas, Mercedes Sosa y hasta Juan Gabriel. Es todo aquello que me mueve el alma en la dirección del personaje.
Fechas de la gira
Guadalajara: 20 y 21 de agosto – Conjunto Santander
Monterrey: Festival de Teatro de Nuevo León, 30 de agosto de 2025 – Teatro de la Ciudad (Gran Sala) – Entrada libre
