Cuando tenía 19 años, una joven salió de su natal Rumania con destino a Italia para cuidar a la esposa de un hombre quien entonces tenía 40 años. Cuando la mujer murió, la joven fue secuestrada por el hombre quien la mantuvo en un sótano y la sometió a toda clase de torturas.
La víctima estuvo encadenada a una precaria cama, en la cual fue torturada y violada durante 10 años, la mujer tuvo dos hijos productos de los abusos.
Lo anterior ocurrió en un domicilio cerca de la localidad de Gizzeria, en la provincia calabresa de Catanzaro. En el sótano, la joven no tenía ni baño, por lo cual usaba un balde y vivía rodeada de sillas rotas, cajas de cartón y basura por todas partes, también había un recipiente de metal con embutidos vencidos y pedazos de pan con moho.
Para impedirle escapar, su captor colocaba la cadena en la puerta. En ese sitio lleno de insectos y bichos, la mujer dio a luz a dos bebé sin ser atendida por ningún médico. La víctima era sometida a ataques todos los días, los cuales eran observados por los menores, un niño de nueve años y una niña de tres. Incluso, el varón fue obligado por su padre a participar en las torturas a su madre.
