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El mejor trombonista del mundo

El mexicano Faustino Díaz de 31 años es el primer americano en ganar el Concurso Internacional de Trombón

Faustino Díaz, el músico oaxaqueño, es el primer americano en ganar el Concurso Internacional de Trombón, en Corea del Sur, y platicó con Publimetro sobre su historia, su visión de la música y sus proyectos

Empezó su carrera musical a los 7 años en el grupo de su padre en San Lorenzo Cacaotepec, Oaxaca. A los 16 llegó al DF para estudiar en el Conservatorio. Un año después ingresó a la Orquesta Filarmónica de Acapulco. Luego pasó por la de la UNAM, la Ciudad de México y la Nacional.

Hace unos días, a sus 31, ganó el Concurso Internacional de Trombón en Corea del Sur. Es el primer americano en lograrlo, pero lejos de sentirse el mejor trombonista del orbe, mantiene su motivación de siempre: tocar mejor que ayer.

Dejó su pueblo a los 16 y empezó en bandas, mariachis y tríos, ¿cómo fue este proceso?

— Empecé con la música desde que tenía 7 años. Empecé a tocar la batería allá con mi padre; después empecé a tocar la trompeta y luego el trombón, y cuando tenía 16 años me fui de mi pueblo. Pero todo ese tiempo yo me dedicaba a hacer música popular, banda tradicional oaxaqueña, sobre todo, y para bodas y 15 años en el grupo de mi padre; ahí trabajé mucho tiempo.

Cuando llegué a la Ciudad de México, tenía 16 años y para poder mantener mis estudios en el Conservatorio, trabajaba con mariachis, cantaba; con mariachis, con tríos. Afortunadamente, por las desveladas y eso, fue poco tiempo. Después de eso gané un plaza de trombón principal en la Filarmónica de Acapulco cuando tenía 17 años.

Y ha tenido una carrera que lo han llevado a las filarmónicas más importantes del país…

— Se hace mucho misterio alrededor de la música clásica, dado que no es nuestra música regional; la desconocemos en muchos ámbitos todavía. Por eso se hacen algunos tabúes. Yo desde un principio pensaba que no podíamos estar tan alejados de esa buena música; por eso fue que mi incursión en las orquestas se hizo a tan temprana edad porque yo nunca me fijé ese tabú de que “como yo soy músico regional mexicano no puedo tocar música alemana o música francesa”.

Veinte años tenía yo cuando gané la plaza de primer trombón en la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Después de eso me fui a Holanda un par de años; regresé y gané la audición en la Filarmónica de la Ciudad de México. Un año después gané la audición en la Orquesta Sinfónica Nacional.

Ahora está estudiando una Maestría en Interpretación en el Conservatorio de Lausana en Suiza.

Además, ¿forma parte de alguna orquesta?

— No, yo trabajé en orquestas 12 años; entonces, ahorita estoy en como en un descanso; sin embargo, la vida me ha llevado por caminos insospechados y estoy dando muchos recitales de solista, estoy dando muchos cursos.

Además, tengo el respaldo de una de las empresas más famosas del mundo del metal, que se llama Antoine Cortois, una empresa francesa. Ellos me respaldan, me patrocinan y me ayudan a conseguir recitales en varias partes del mundo.

¿Cómo fueron los 8 días de competencia en el Concurso Internacional de Trombón?

— Desde, por lo menos, ocho meses antes lanzan la convocatoria para decir cuál es el repertorio. No puedes tú escoger tu repertorio. Normalmente hay que montar seis o siete conciertos. El desarrollo del concurso es algo muy bonito porque hay un sorteo para ver en qué número vas a estar, hay ensayos con los pianistas que no conoces.

Creo que lo mejor de esos concursos es la convivencia de la gente; hay mucha camaradería entre todos los concursantes, hay mucho apoyo; no hay envidias, no hay nada de estas cosas que, lamentablemente, en México se dan al por mayor. Todavía no aprendemos a convivir con los demás participantes, no aprendemos a reconocer a quienes son mejores que uno, no aprendemos a ayudar a los que vienen detrás.

¿Con qué pieza ganó?

— En esta ocasión tocamos el concierto de Kazimierz Serocki, es un compositor polaco, y la particularidad de este concierto es que es un concierto para el que hay que tener más resistencia, hay que tener mucha fuerza física, y creo que eso también me ayudó mucho porque si algo tengo yo es que físicamente soy muy fuerte. Yo creo que todo estaba puesto desde antes para que ganara. Después de tanto trabajo y tantos años, la vida la puso de una manera en que a mí se me hizo un poco más fácil.

Parte del premio es una gira por Asia , ¿cómo será?

— A mí se me facilita mucho ir en el verano. Yo creo que voy a regresar a Asia en julio a hacer mis tres conciertos; pienso hacerlos en una semana, y es que lo de la maestría me quita mucho tiempo. Pero las condiciones son muy buenas: tú eliges qué quieres tocar, tú decides el día, y ellos se encargan de pagarte prácticamente todo. Entonces, esa parte del premio también es muy buena porque hay mucha proyección.

En una entrevista que leí usted decía que quería ser el mejor del mundo…

— Yo no quise decir eso, creo que se malentendió un poco. Lo que siempre quise o siempre digo es que a mí me gustaría ser un gran trombonista. No sé si lo voy a lograr, pero en el camino estoy. Lo que me deja de aprendizaje este concurso es que estoy en el camino correcto para lograr mi objetivo. Hablar del mejor o del peor del mundo es algo –no encuentro la palabra correcta para decirlo–, creo que es ridículo por una simple y sencilla razón: todos los que nos dedicamos a la música hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Sólo por esa razón no existe el mejor o el peor. Lo que sí existe es los que nunca dejan de soñar. Lo que sí es existe es el trabajador y el flojo. La motivación que yo tengo es levantarme todos los días con las ganas de poder tocar mejor que ayer.

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