Noticias

La fuerza del miedo, ¿la usas o te usa?

Preparo la columna para este lunes justo el 19 de septiembre, en un aniversario más del fatal terremoto de 1985, un día que nunca olvidaremos en México, y menos aun, en el Distrito Federal; y no puedo menos que pensar en el miedo que experimentaron miles, millones de personas, a algunas de las cuales este sentimiento las paralizó y quizá les provocó la muerte, pero a muchas, a la gran mayoría, éste las hizo moverse y actuar para salvar sus vidas, y hoy en día, casi 30 años después, seguimos teniendo miedo.

El miedo es un sentimiento que puede convertirse en un gran motor, fuente de fuerza y energía y, en casos extremos, el agente paralizador más grande que existe, al grado de anquilosarte, detenerte y pararte; afortunadamente la gran mayoría de las personas actúan con todo y miedo, ya que este sentimiento no es experimentado por todos de la misma manera, lo importante es cómo lo usamos, usarlo a nuestro favor.

El miedo es energía pura y como tal debe ser canalizado, hay que aprender a usarlo. Te daré algunos ejemplos de situaciones en las que se hace presente y nos catapulta positivamente: imagina que vas caminando por el Bronx en Nueva York, de madrugada, con tu familia, y de pronto aparecen unos tipos como de dos metros, con armas y en actitud poco amigable; o qué tal que se inicia un incendio en el edificio en el que te encuentras durmiendo… ¿qué haces en ambas circunstancias? Obviamente vas a experimentar miedo y mucho, pero acto seguido vas a reaccionar, actúas a partir de esta emoción.

Actuamos a partir de emociones y el miedo es una de ellas, hay que usarlo a nuestro favor. Este sentimiento es irracional, esto es porque no lo razonamos, pero siempre hay una razón que lo detona.

Pongamos otro ejemplo simple y complejo a la vez: el miedo que podemos experimentar cuando vamos en un avión y hay turbulencia. Vamos 250 personas que ya estamos en esta situación, viviendo la misma realidad, pero las reacciones pueden ser diversas, desde el que va muerto del susto, el que va alcoholizándose, el que duerme profundamente, el que va divertido con las bolsas de aire, o el que simplemente va viendo una película.

La situación es que el avión se puede caer, tengan o no tengan miedo los pasajeros, la realidad es la misma para todos, pero no la percepción, y aquí viene la parte fundamental de cómo la racionalización del miedo nos hace dominarlo o no, usarlo a favor o en contra.

Detrás del miedo hay ignorancia, por ende el conocimiento lo vence, cuando entendemos lo que hay atrás de nuestros temores podemos menguar y superarlos; en el caso del avión, los pilotos y los que saben de aeronáutica reconocen los movimientos que hay en el aire, tal como pasa en el agua, y de cómo éstos pueden mover un avión sin que lleguen a derribarlo como la mayoría de  los pasajeros lo están creyendo mientras pasan por esa turbulencia; repito SÓLO RACIONALIZANDO PODEMOS CONTROLAR LA EMOCIÓN DEL MIEDO.

La raíz del miedo

Otro tema importante es cómo heredamos miedos, muchas veces infundados a nuestros hijos y descendientes, por desconocimiento, esto es, un miedo aprendido. A partir del estímulo y de la racionalización podemos heredarles traumas, temores o heredarles la acción.

• Pregúntate, ¿qué harías si no tuvieras miedo? Hagas lo que hagas, anímate a hacer las cosas, muévete, como decimos “aviéntate”, produce, actúa y quítate el miedo.

• A lo mejor no aguantas al jefe que te hostiga, maltrata, te hace mobbing. O a tu pareja, a la que cada vez toleras menos y te llevas peor. Tienes años así por miedo a lo desconocido, a algo nuevo y te pasas la vida con esto, por miedo, paralizado y amargado.

Recuerda que debes usar tus miedos como impulsores para hacer las cosas cuando identificas los motivos y las razones de tus temores más grandes.

Te comparto un ejemplo de esto: si te propusieras trasladar un bulto con 50 kilogramos de cemento a una distancia de cuatro kilómetros tú solo y sin ayuda, ¿cuánto tiempo crees que necesitarías para culminar esa tarea? Unos 50 minutos, 40 tal vez…

Ahora permíteme ser un poco agresivo, pensemos que tu hijo o el mío pesa 50 kilogramos y hay que llevarlo en medio de una emergencia médica, de lo que dependerá su vida a 4 kilómetros de distancia; ahí es en donde lo pueden salvar. ¿Cuánto tiempo te tomaría trasladar a tu hijo, tú solo y sin ayuda en esas circunstancias, sólo con tu fuerza física y sin ningún tipo de ayuda? El tiempo cambia, ¿verdad? Será que ¿el kilo de niño es menos pesado que el de cemento? No, por supuesto que no, la diferencia la hace la motivación.

La motivación implica definir cuáles son tus motivos para actuar, qué es lo que te impulsa a  que hagas lo que tienes que hacer y para que lo hagas y los hagas bien. Así como en el ejemplo de los 50 kilos, todos los días tienes que hacer tu trabajo y debes desempeñarlo bien. Qué tanto te pesen estos kilogramos, qué tan fácil o difícil se te haga el día depende de qué tan claro tengas, por qué y para qué estás haciendo lo que estás haciendo.

No le tengamos miedo al miedo. Úsalo, no te permitas que él te use, y que éste sea tu combustible para llegar adonde quieras llegar.
 
¡Piensa, reflexiona y actúa!

 

DV Player placeholder

Tags


Lo Último