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Trump minimiza sus errores y espera que los votantes también

. Las encuestas muestran que más de la mitad cree que el candidato republicano no está calificado para ser presidente

WASHINGTON. Con cada uno de sus discursos leídos, cada cambio de política y cada intento por encubrir su comportamiento pasado, Donald Trump apuesta descaradamente a que los votantes —ahora en proceso de decidir a quién elegirán a la presidencia— estén dispuestos a restar importancia de todo lo que ha hecho antes de su más reciente reestructuración de campaña.

Se trata de una propuesta profundamente incierta, dada la opinión asombrosamente negativa de Trump que tiene la mayoría de los estadounidenses. Las encuestas muestran que más de la mitad cree que el candidato republicano no está calificado para ser presidente y que está sesgado en contra de las mujeres y las minorías.

Sin embargo, su estrategia no requiere cambiar la opinión de grandes segmentos del electorado.

Cuando faltan siete semanas para el día de la elección, el 8 de noviembre, y cuando los votantes de algunos estados ya pueden sufragar anticipadamente por correo, Trump y la demócrata Hillary Clinton están luchando por una pequeña porción de indecisos que, en muchos casos, simplemente no simpatizan con ninguno de los dos.

«Lo que estos candidatos están tratando de hacer es convencer a los votantes de ‘yo no soy tan malo como el otro»’, dijo Neil Newhouse, un encuestador republicano.

En las últimas semanas, Trump parece haber hecho varios intentos por presentarse como un candidato que poco se parece con el aspirante a la candidatura que sorprendió al Partido Republicano durante las primarias.

Ahora en gran medida lee sus discursos con la ayuda de un apuntador electrónico, a pesar de que él mismo había puesto en entredicho a otros políticos que recurren a esos dispositivos.

El candidato republicano ha presentado propuestas sobre políticas en las que no había demostrado interés alguno, como el cuidado infantil y las licencias pagadas en caso de maternidad. También ha tratado de apelar a las minorías, incluidos los negros y los hispanos, los grupos con los que tiene un apoyo mínimo.

El intento más reciente de Trump para persuadir a los votantes de que él es el menor de los males llegó el viernes, cuando de repente se retractó de su mentira de que el presidente Barack Obama no nació en Estados Unidos.

El papel que desempeñó Trump como el principal promotor de una falsedad que buscó deslegitimar al primer presidente negro de la nación lo dejó casi sin apoyo entre los votantes afroestadounidenses y alejó a los moderados, que ahora se erizan por sus connotaciones racistas.

Parece poco probable que la aceptación recién admitida de Trump sobre su falsedad acerca de Obama influya en muchos de esos votantes. Ni siquiera ofreció una disculpa por haber insistido en esa falsedad durante años y además dijo que los rumores fueron originados por Clinton, otra afirmación divorciada de la realidad.

«A pesar de lo que sus estrategas de campaña le dijeron que dijera, opino que él todavía cree que el presidente no nació en Estados Unidos», expresó Dan Pfeiffer, exasesor de Obama, quien en 2011 tuvo la tarea de entregar a los reporteros el certificado de nacimiento del presidente.

 

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