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Resucitación intravenosa: Probé un servicio para curar la cruda a domicilio

Una enfermera puede llegar a resucitarte hasta tu casa

Mientras revisaba mi Instagram, me crucé con la cuenta de una empresa que prometía curar la cruda a domicilio. Primero pensé que era broma, así que entré a revisar su perfil. Se hacían llamar Revive y prometían la solución a cualquier resaca en cuestión de minutos. Anoté el número de teléfono, llamé, me dieron toda la información y decidí probarlo. Sólo que antes de verificar su efectividad debía contar con un requisito: estar lo suficientemente cruda como para pedir ayuda desde lo más profundo de mis sábanas.

Todo sea por el periodismo.

¿Por qué no mejor una birria?

La fiesta estuvo justo como necesitaba que estuviera: intensa, variada, extendida. Así que a la mañana siguiente mi alma padecía la justicia de los estragos. Había logrado el primer objetivo. El siguiente paso era no sucumbir ante el primer plato de aguachile que se me pusiera enfrente y, en vez de eso, solicitar el servicio de presunta resurrección.

Marqué y me respondió una doctora. Me preguntó cómo me sentía, qué síntomas tenía, si tomaba algún medicamento, cuál era mi dirección. “En un momento estará contigo una enfermera, que te aplicará el paquete Levanta Muertos. En menos de una hora estarás como nueva”, me dijo.

Pagué de forma electrónica, me tiré en el sofá y esperé. Una vez cumplido el tiempo acordado, tocaron a la puerta. Abrí y era mi salvadora. Se llamaba Ana. Venía con una mochila negra a cuestas y con el semblante de compasión que uno tiene cuando ve a alguien en las condiciones en las que yo estaba.

Me tomó la presión, abrió la mochila y me mostró el kit completo. Se trataba de un tratamiento médico que iba a suministrarme vía intravenosa. Odio las agujas, pero me emocionaba la idea de ya no sentir que la vida se me iba en cada punzada de la cabeza.

“Como puedes ver, es un litro de una solución tipo suero para rehidratarte. También voy a ponerte vitaminas del complejo B, así como un medicamento antináusea, un protector gástrico y un analgésico, para tu jaqueca”, me explicó, mientras empezó a sacar todos los aditamientos para acomodarlos en la mesita de la sala.

Ana siguió explicándome las razones por las que es importante protegerse el estómago cuando se tiene cruda. Escuché vagamente que lo peor que uno puede hacer en esos casos es seguir consumiendo alcohol, o comer cosas picantes, pues lo único que uno logra con eso es una irritación mayor a la provocada por la fiesta.

Yo sólo quería ocuparme de cualquier otra cosa, que no fuera mi antebrazo a punto de ser conectado a un catéter. Pero una vez pasado el pinchazo, el líquido empezó a fluir lentamente en mi torrente sanguíneo y, como por arte de magia, las cosas empezaron a mejorar de a poco. Una de las primeras cosas de las que fui consciente, al paso de unos cinco minutos, fue que ya no tenía la boca seca.

Entonces le pregunté a la enfermera qué seguía, o si de pronto iba a sentir algo raro. Ella me dijo que no, que el tratamiento no era agresivo y que estaba diseñado para atacar directamente los malestares que tenía.

Lo que yo no terminaba de entender, era por qué a fuerza tenían que infiltrarme medicamentos. “¿Por qué no mejor tomados?”, le dije. Ella contestó con toda la serenidad del mundo: “Porque no es lo mismo. Por vía oral podrías tardarte varias horas en comenzar a sentir alivio. De forma intravenosa la mejora se nota casi al instante”.

Tenía razón. Cerré los ojos, me dejé llevar. La bolsa de suero ya iba a la mitad. Y, después de unos treinta minutos, en serio me sentía a medio camino de restablecer mi condición humana.

‘¿Cómo se siente, señorita?’

Hablemos del costo de esta alternativa. Por todo lo que implica, no es barata. Especialmente, si uno vive en total congruencia con el viejo adagio que dice que la resaca no debe salirte más cara que la fiesta. Revive Ya ofrece cuatro paquetes, según la gravedad del asunto. Y del menor al mayor oscilan entre los 995 y los 1785 pesos.

No obstante, esta cura domiciliaria conviene cuando la situación es de apuro. Según me cuenta Ana, gran parte de las personas que solicitan el servicio son ejecutivos que necesitan estar frescos en una junta de negocios, madres que no han sido capaces de ir a dejar a sus hijos a la escuela, diplomáticos que deben seguir trabajando y grupos de amigas que a duras penas sobrevivieron a una boda o a una despedida de solteras.

El equipo de enfermeras que atiende este servicio ha visto de todo. Desde gente a punto de desfallecer después del Grito de Independencia o la Navidad, hasta clientes que siguen bebiendo al momento de recibir el suero, y otros que lo solicitan solo para aliviarse de una racha intensa de estrés laboral.

“Sólo trabajamos de jueves a lunes, y aún así hay fines de semana en los que sobran pacientes. Me parece que el récord fue una ocasión en la que aplicamos 24 servicios. Tener resaca es un padecimiento bastante común, por eso nos da gusto tener la capacidad de brindar un poco de ayuda. En estos casos, sabemos que para quienes la solicitan todo es ganancia», me dice Ana, mientras me desconecta el catéter y, con una sonrisa, me dice que me veo mejor, que cómo me siento.

Mi respuesta era mero trámite. Me sentía increíble, casi como si la fiesta hubiera sido un sueño. Qué bueno que no me comí el aguachile. Qué bueno que fui lo suficientemente aplicada con la consigna, para por fin poder comprobar mi teoría preparatoriana de que la cruda es opcional.

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