La Arquidiócesis de México expresó su consternación por los homicidios de los jóvenes Norberto Ronquillo y Hugo Leonardo Avendaño, al igual que por la injusticia y violencia que lastiman a las familias de muchos otros mexicanos, al tiempo que ofreció trabajar de cerca con autoridades y organizaciones frente a esa problemática.
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Acusó que muchos de esos casos quedan en el anonimato, «ocultos muchas veces por un pesado manto de corrupción, impunidad y desconfianza, de indiferencia institucional o de incapacidad desde el gobierno», tanto en el fomento de valores como en la promoción social o en la impartición de justicia.
Advirtió que la violencia y la inseguridad en el país, que ha aumentado en la Ciudad de México, reclaman acciones concretas y constantes a todos los actores de la sociedad para poner un freno efectivo a ese problema.
Además aclaró que Hugo Leonardo Avendaño fue un laico con trabajo apostólico constante; tras concluir su maestría tenía la intención de ingresar al seminario para continuar su formación.
De 2009 a 2013, agregó, cursó el propedéutico y tres años de filosofía con los Misioneros de San Carlos, popularmente conocidos como Scalabrinianos. En 2013 pidió un tiempo de discernimiento, del cual no regresó a la congregación.
En tanto Norberto Ronquillo, joven a punto de concluir sus estudios de mercadotecnia, fue muy querido por su familia, sus amigos y su comunidad universitaria.
La Arquidiócesis hizo un llamado a los fieles católicos a unirse en oración por Norberto y Leonardo, así como por todas las víctimas, y para que oriente a las autoridades en el combate eficaz y decidido contra la inseguridad, la injusticia y toda forma de violencia.
«Nos comprometemos a trabajar de cerca, en lo que sea necesario, con las autoridades y organizaciones civiles, así como a generar una pastoral en las zonas de mayor violencia de la ciudad», subrayó.
A su parecer, los gobernantes están llamados a un esfuerzo adicional al que vienen realizando, para cumplir con uno de los elementos esenciales de su razón de ser: dar a los gobernados las condiciones necesarias para vivir seguros y en paz.
Dijo que los hechos cotidianos en las calles, transporte público y en cada vez más espacios de la Zona Metropolitana lastiman también a la Iglesia.
Instó a que más allá de preferencias, opiniones o coyunturas políticas, todos están comprometidos a sumar esfuerzos; «debemos ser ejemplo en la construcción de una sociedad más humana y cercana a todos, que nos urge a sembrar valores y respeto».
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