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Temporada de primarias en Chile

Tendemos, los políticos, a hacer de nuestra existencia una estetización. Un relato heroico. Sin fallas, coherente, impoluto. Nuestros logros son siempre heroicos, y nuestros fracasos, simplemente, el fruto de la incomprensión del pueblo. Nuestros errores que son tropezones y aprendizajes, no se comparan con los errores de otros, porque esos sí que son irremediables.

Pero la política chilena no es esa película que se cuenta cada político y política frente al espejo. En realidad, nuestra historia política, se parece menos a una película romántica y más a una de esas series de Netflix, en las que los capítulos van escribiéndose a medida que avanza la temporada. Una historia donde todo lo que se está por escribir, está determinado por como la trama se ha narrado hasta el presente.

Porque en política, improvisamos y creamos, pero no de la nada. Lo hacemos sobre las reglas y las cartas que se han jugado, y con los actores y actrices que han puesto esas cartas y esas reglas sobre la mesa. Hemos, por eso, acordado un pacto electoral, con fuerzas políticas de las que nos habíamos mantenido alejados por más de una década.

Y es que la Historia -esa con mayúsculas- ha dado un salto en octubre de 2019 y ha concedido a los chilenos y chilenas un rito de pasaje. Una oportunidad de reencontrarse y redimirse. Ha sido un rito de pasaje hermoso y doloroso. Complejo, caótico. Trágico, pero también romántico. Han sido miles, cientos de miles. Han sido millones en las calles. El pueblo, que con una sabiduría inmensa ha escritos en sus letreros no pan, sino que «Dignidad».

Ese salto que dio la Historia es una oportunidad para cambiar, y los políticos de izquierda, tenemos que ser el motor de ese cambio, no convertirnos, ahora nosotros, en sus anclas. Casi todas las fuerzas progresistas están ahora disponibles, por fin, a navegar con los vientos de la historia, y han aceptado, después de 10 años, primarias para todos los cargos, para las próximas elecciones. Debemos competir. No podemos restarnos.

Y es que hablamos de un pacto electoral, no de un contrato matrimonial. Un pacto en el que debemos entrar desde la confianza, pero sabiendo que, al mismo tiempo debemos desconfiar. Y que, para sobrevivir en este juego de fe y traición, debemos comenzar dejando escritas en letras de molde nuestro piso mínimo de congruencias y compromisos: sacar la educación, la salud y las pensiones de la lógica del mercado; y justicia y reparación para las violaciones a los derechos humanos de este gobierno autoritario.

Bajo esta lógica es que invitamos a toda la izquierda chilena a sumarse a este acuerdo imperfecto. Porque lo que está al otro lado es el verdadero opuesto: el avance de ultra conservadores que ensombrece el mundo, y que en Chile de solaza ante nuestra división e indiferencia.

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