Admítelo: segundas partes … ¡nunca fueron buenas!

Muchos de nosotros somos proclives a las personas y a las relaciones tóxicas

Las relaciones de pareja, tanto los noviazgos como los matrimonios, son complejas e impredecibles. El comportamiento masculino y el comportamiento femenino se encargan, juntos y por separado, de construir y de destruir con acciones y palabras entornos de características propias e irrepetibles. Sin embargo, cuando nos adentramos en terrenos de la ruptura, sobre todo cuando ésta se presenta dolorosa y traumática, hombres y mujeres por igual suelen adoptar una actitud de enterrar en el pasado todo lo relacionado con aquella persona que se encargó de romperles el corazón, en algo que nuestras abuelas daban a entender de manera muy coloquial como: chancla que yo aviento, no la recojo jamás.

Celos, mentiras, intrigas, desconfianzas, incompatibilidades (ideológica, psicológica, económica, sexual, etcétera)… lo cierto es que cuando un hombre y una mujer deciden poner fin a su relación es porque en la mayoría de los casos uno de los dos (o ambos) termina completamente exasperado, ahogado y sofocado por las falencias del otro. Ya saben: “me fue infiel varias veces, en todas me pidió perdón, lo acepté de regreso, pero ésta fue la última…”; “se acabó, no puedo con los celos de esta mujer, a quién se le ocurre irse a parar a mi oficina para armarle una escena a la pobre de mi secretaria, que apenas tiene cuatro meses de casada…”; “no tolero un día más el alcoholismo de mi pareja, siempre comete estupideces cuando se embriaga y al día siguiente es un mar de arrepentimientos y culpas por cosas de las que ni siquiera se acuerda…”.

 Pero aceptémoslo, muchos de nosotros somos proclives a las personas y a las relaciones tóxicas. Día a día manejamos un concepto muy pobre y muy mediocre respecto a la felicidad y por eso casi siempre estamos inmersos en dinámicas de repetición de patrones emocionales nocivos. Damos por terminada una relación y al cabo de unas semanas o meses iniciamos otra con una persona nueva cuyas características son muy similares a las de la persona que dejamos atrás o, en el peor de los casos, dejamos pasar un tiempo y, como dice el refrán, “otra vez la burra al trigo…”, regresamos con la persona con la que tronamos tiempo atrás y repetimos una vez más el círculo vicioso referido.

 Cuando logramos entender nítidamente las razones por las que terminamos una relación, accedemos a una posición de claridad con respecto a aquello que nos hace bien y nos hace mal. Por lo mismo, antes de darle otra oportunidad a tu ex para regresar, siempre debes tener presente los motivos por los que acabaron separándose y, después de eso, tienes que anteponer tu dignidad, tu valor individual como ser humano y respetar tu postura de que ya no estás dispuest@ a que te lastimen una y otra vez “en nombre del amor”. Si echas de menos a esa persona y sólo por eso permites que se retome la relación que tuvieron, terminarás, como dice la canción de Fito Páez y Joaquín Sabina, con “una soledad al cuadrado”.

 Así que empieza a espabilarte y resuelve tanto tus necesidades como tus temores. Además, piensa muy bien cuáles los beneficios que obtendrás (sí, tienes que ser un poco egoísta, eso es válido) por regresar con esta persona que te está pidiendo que renueven su relación. ¿Estás dispuest@ a invertir tu tiempo, tus sentimientos, tus pensamientos, tu esfuerzo, tu afecto y hasta tu dinero en alguien que te fue infiel, que te maltrató (física y/o psicológicamente), que no te incluye del todo en su vida, que no te da su lugar frente a su familia, frente a sus amigos y que casi nunca tiene tiempo para ti? ¡Tú decides!

 Y no olviden que todos los sábados los espero en punto de las 23:00 horas en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (121 de Cablevisión y 121 de Sky).

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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