Paso 1. El grito es de quien lo trabaja
Gritar no puede ser resultado de otra cosa, más que de saber que usted está fuera de sí. Es más, podría representar la inesperada reacción a darse cuenta que su mente está habitando el presente.
Paso 2. Grítele a las etiquetas
Ya que usted haya gritado con la debida propiedad, y los mirones parezcan responder con el eco de su nervioso parpadeo, enmudezca y recorra esa sensación en cada esquina de lo que considera usted propio. Haga que el grito haya servido para algo y entonces de mantenimiento constante a la imagen de gritón que ahora tiene sobre su pecho.
Paso 3. ¿A qué le grita?
Seleccione con cuidado el objeto sobre del cual depositará su grito. Esto será especialmente útil para valorar la intensidad y pasión del mismo. Gritará la dicha, el encuentro, el gol, la traición, la injusticia, la libertad, la incredulidad, el golpe del dedo meñique con la pata de la cama, un Eureka, un billete extra en el cajero, un taxi que pasa (y que con toda seguridad, se irá), una canción, un borrado accidental de iPhone, un corrido, el lamento de algo irreparable, un enojo brutal o simplemente, de impotencia. Todas estas facetas tendrán un lugar en el corazón del país en el que parece no pasar nada y aún así, gritaremos.
Paso 3. Aprenda a desahogarse
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Lo que pasa después de un buen grito resulta casi tan espléndido como un paisaje, algo así como lo es el desamor para un poema: gritar deshace nudos, pone en su lugar necesidades, hace visibles las carencias y atormenta (o por lo menos llena) silencios: esos que no pueden con su propio ruido y deben ser rugidos, para entonces pretender ir en paz.
Paso 4. El grito que te enamora
Entre tantos oficios, el de gritón tiene una dignidad aparte. Lo definirán como algo salvaje, un arrebato que sin concesión, no hay cómo curar, por lo que la única posibilidad de domesticar este arrebato que tanto perturba al estabishment, es que todos nos pongamos a gritar hasta las lágrimas: los dolores y alegrías ajenas y conjuntas, y que se sienta en esta página que lees, el temblor de cada grito que como respira, enamora, siente, recuerda, sabe.